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GAETANO SAVATTERI
Sicilia: reconocerse en las diferencias

luque
murex
[Especial para ]
mayo 2007 · alejandro luque
El periodista Gaetano Savatteri publica en España su libro ‘Los sicilianos’, un viaje al corazón de la isla a través de sus contradicciones para desactivar los tópicos


"LOS ATLAS DICEN que Sicilia es una isla, y debe de ser verdad, los atlas son libros de honor. Pero entran ganas de dudarlo al pensar que, al concepto de isla, suele corresponder un grumo compacto de raza y costumbres, mientras que aquí todo está mezclado, es cambiante, contradictorio, como el más variado de los continentes”. Con estas palabras del maestro Gesualdo Bufalino comienza Los sicilianos, el libro del periodista Gaetano Savatteri que acaba de ver la luz en España gracias al esfuerzo –digno de toda gratitud- de la editorial Melusina.

La cita me parece acertadísima en lo que supone de duda, de paradoja. El mismo título del escrito original de Bufalino, La luz y el luto, señala las coordenadas en las que todos, paisanos y foráneos, han intentado siempre localizar la médula de Sicilia, su esencia milenaria. Savatteri, seguramente consciente del daño que han hecho a la isla los lugares comunes trasmutados en verdades absolutas, ha querido empezar su espléndido mosaico desde la relatividad y el escepticismo.

Relatividad y escepticismo parecen dos buenos atributos para un buen periodista, y Savatteri lo es. Nacido en Milán, siendo un niño su familia regresó a Racalmuto, de donde procedía. Apenas contaba 16 años cuando fundó con Leonardo Sciascia un periódico bajo el irónico rubro Malgrado tutto [A pesar de todo], para pasar cuatro años más tarde a la redacción del Giornale di Sicilia. Mudado a Roma, ha trabajado para la televisión italiana, compaginando su labor con el ejercicio de la literatura. Los sicilianos es su primera obra traducida al español.

En la mejor tradición de los ensayos breves del mencionado Sciascia –Negro sobre negro, Crucigrama, Sucesos de historia literaria y civil- pocas ventanas tan rigurosas, reveladoras y amenas encontrará el lector para asomarse a Sicilia como la que brinda este volumen. A través de bloques ordenados con sagacidad y buen criterio, el autor expone la fabulosa galería de personajes que han conformado, a través de los siglos, los rasgos generales de la sicilianidad. A la cabeza se halla Lampedusa y su Gatopardo, junto a Pirandello y la disolución de los límites entre el teatro y la vida; les acompañan el príncipe Ferdinando Gravina, artífice de la Villa de los monstruos, y el visionario de la bomba atómica Ettore Majorana; el bandido Giuliano y el implacable juez Falcone; el naturalista Verga y el realismo lúcido de Sciascia; el pérfido cardenal Ruffini y el americanizado Frank Capra... Un catálogo de personalidades que llevan al lector del espanto a la maravilla, de la náusea al asombro y la devoción, como corresponde a un espacio que ha alumbrado algunos de los mejores y de los peores ejemplares de la raza humana.

El tópico como coartada

Resulta apasionante reconocer en los textos de Savatteri el germen de los tópicos que han dibujado no sólo la imagen exterior de Sicilia, sino la propia idea que los sicilianos tienen de sí mismos y el modo en que ésta condiciona históricamente sus conductas: el vicio de la impostura, el machismo endémico, las tentaciones inquisitoriales, esa suerte de poética esquizofrenia pirandelliana que convierte en extraña la imagen del espejo, el ensueño, la ambición de poder... Tanto como los terremotos y las erupciones volcánicas, las invasiones y las pestes, los mitos han terminado condicionando la vida de los hombres hasta casi absorberlos. Tal vez porque los pueblos dan pie a los tópicos, pero tarde o temprano son éstos los que acaban moldeando a los pueblos, lo que empieza siendo un disfraz termina convirtiéndose en un uniforme, el simple matiz deriva en rasgo de identidad, el tipismo en ejercicio profesional. El problema, parece insinuarnos Savatteri, surge cuando ese perfil local se emplea como coartada para justificar los errores, o cuando los defectos, las miserias, las taras colectivas son motivo de orgullo sólo porque son ‘lo nuestro’; y cuando ese ‘nosotros’, en vez de ayudar a reconocernos en las diferencias, las remarca para aislarnos del mundo.

Especialmente acertado resulta, en este sentido, el último capítulo del libro, titulado Fatalismo, fatalidad. Durante demasiado tiempo, el siciliano ha sentido que, como individuo, se hallaba inerme, a merced de fuerzas históricas invencibles. El resultado de ese complejo es la inercia, el pesimismo crónico, cuando no la complicidad, expresa o tácita, con lo perverso. Pero de esos torbellinos también surgieron los pequeños y grandes héroes, los elementos transformadores de la sociedad. Todo ello sirve también para quienes, sin ser de allí, hemos intentado conocer y comprender la isla, que es un buen modo de empezar a amarla. “Se puede ser siciliano sin haber puesto nunca un pie en Sicilia, pero es más bien difícil no serlo si por casualidad se ha caído en ella”, dice Savatteri. Lecturas como ésta suponen un aterrizaje feliz, suave y acolchado, en el corazón de uno de los rincones más fascinantes del Mediterráneo.

www.melusina.com


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