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Ediciones Oriente Mediterraneo

El caos que viene Cuentos Populares Bereberes Defensa Siciliana

Zineb El Rhazoui
Zineb El Rhazoui
[Ene 2012]
ZONA  columna 

La revolución es una mujer

Las mujeres están en todas partes: en las manifestaciones, las comisarías, las prisiones, las redes sociales, las reuniones clandestinas; algunas incluso se han quemado vivas... Pero cuando se trata de recoger los frutos políticos de las revoluciones, desaparecen. Las democracias emergentes en los países llamados árabes se harán con ellas, o no se harán.

Cómo olvidar el rostro
de esa pasionaria que gritaba
su indignación contra
la polícia en Túnez
Cómo olvidar el rostro de esa pasionaria, agarrada a una reja en Túnez, que gritaba su indignación a la muchedumbre, mientras que los agentes de polícia disparaban a los manifestantes con munición real. Ese día, Ben Ali estaba aún en el poder, y nadie pudo imaginar que se iría pocas horas más tarde por la puerta de atrás. Esta acto de valentía bajo el reinado del déspota de Cartago podría haberle costado algunos años de cárcel o un accidente de coche...

¿Cómo olvidar ese terrible vídeo en el que Fadoua Laroui, madre soltera marroquí de 25 años, se incendia viva para protestar contra su condición de paria? Ella apenas había ido al colegio, no tenía recursos, pero su acto, desde luego apolítico, cristaliza todo el drama que sufren las mujeres de su condición en un país donde el estatuto de las hijas de Eva aún lo dirigen las leyes patriarcales de la charia. Fadoua ha desacreditado la imagen del “rey de la mudáwana” (el código del estatuo personal marroquí) del que se vanagloriaba Mohammed VI ante sus aliados occidentales.

Coraje

En Libia, tras las imágenes de viriles insurgentes, había mujeres poniendo en orden
la retaguardia
Por encima de su velo, una manifestante yemení se dirige al todopoderoso presidente Ali Abdallah Saleh, mediante el micrófono de Al Jazeera: “Nos has amenazado con correr la suerte de los iraquíes o los somalíes, nosotros te amenazamos hoy con correr la suerte de un tunecino”. Hay que tener mucho coraje para lanzar una invectiva como ésta contra un potentado en un momento en el que sólo algunas decenas de personas exigen abiertamente su dimisión. Algunos días más tarde, cientos de miles de yemeníes saldrían a la calle.

También en Libia, pocos medios han mencionado que tras las imágenes de viriles insurgentes, alzados sobre vehículos de combate, con sus metralletas al hombro, había mujeres poniendo en orden la retaguardia. Son también ellas las que dieron el impulso decisivo a la revolución, cuando madres, esposas, hermanas e hijas decidieron manifestarse para reclamar la verdad sobre los 1.200 detenidos de la prisión de Abu Salim, ejecutados por el régimen de Gadafi en 1996. El 15 de febrero de 2011, la policía del dictador abrió fuego contra una manifestación de mujeres, lo que desencadenó el incendio de Libia, que duró tantos meses.

Quíteme ahí ese sujetador...

Pero la igualdad de hecho no siempre corresponde a una igualdad Sin una igualdad incondicional entre hombres y mujeres,
las revoluciones son de trampantojo
de iure. Una vez decapitadas las dictaduras, a todas esas mujeres que deslumbraron al mundo con su valentía se les conminó a regresar a su condición de ciudadanas de segunda clase. Tras la embriaguez revolucionaria, islamistas y conservadores anunciaron sin pestañear su intención de prorrogar el estatuto personal de la mujer, o incluso de revisarlo a la baja.

Egipto, al que sus hijos llaman Umm Dunia (madre del mundo), ha reservado una suerte bastante triste a sus hijas tras la caída del faraón de Heliópolis: desde las pruebas de virginidad a los que el Ejército ha sometido a las militantes hasta la imagen emblemática de la manifestante con sujetador turquesa, a la que los soldados desnudaron y arrastraron por la calle. Las egipcias han tragado con muchas humillaciones tras verse excluidas de la Asamblea Constituyente.

Tal y como ocurre en otros lugares, mientras las transiciones democráticas no ratifiquen una igualdad incondicional entre hombres y mujeres, ningún demócrata puede creer que se trate de algo distinto a revoluciones de trampantojo. En ellas, sólo hay democracia para los hombres.

El nuevo feminismo se estructurará en los próximos años; ya está dando sus primeros pasos en la web

Las revoluciones, sean todo lo femeninas que sean, no son de momento feministas. A semejanza de la fachada institucional de los regímenes totalitarios que se derrumbaron como castillos de naipes, el feminismo era hasta ahora sobre todo una propiedad del Estado. Desde la falsa propaganda en memoria de Bourguiba de Leïla Trabelsi [esposa del dictador tunecino Ben Ali] hasta las asociaciones feministas de Aicha Gadafi, el feminismo estatal ha acabado por exasperar a todas.

Hoy en día, el desafío para esta nueva generación de mujeres que se asfixian en las legislaciones que se burlan de sus derechos, es el de no perderse las citas institucionales en las que se deben crear los fundamentos de Estados igualitarios.

Aunque haya inconstancias, este nuevo feminismo balbuciente está destinado a estructurarse en los próximos años. Ya está dando sus primeros pasos en la web, con grupos libios, marroquíes, tunecinos o egipcios, y al igual que los que se han levantado contra el despotismo, vencerá por la fuerza de la justicia. ¿No es la igualdad la esencia misma de la justicia humana? ¿Para cuándo, pues, un Movimiento de Indignadas?