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Iara Lee
Iara Lee
[Jul 2011]
SIRIA  columna 

La verdadera revolución siria es no violenta

El conflicto que tiene lugar actualmente en Siria es una mutación bastante horrenda de las sublevaciones árabes que surgieron en Oriente Medio y en el norte de África hace alrededor de un año. Como en otros países, la sublevación de Siria comenzó con manifestaciones pacíficas por una reforma democrática, para recaer al final en una violencia que ha hecho que el país esté al borde de una guerra civil a gran escala.

Con un régimen que todavía ejerce un control considerable sobre la población, las perspectivas de esta guerra son desalentadoras, y es probable que la naturaleza del conflicto se prolongue, se complique y se vuelva cruenta, con unas consecuencias igual de inciertas cuando el régimen caiga (si es que cae). Los “extremistas” a los que Asad censura se están forjando en los campos de refugiados

De lo que no se da cuenta el régimen de Asad (o puede que sí lo comprenda, cínicamente) es de que la crisis actual de los refugiados solo está avivando las llamas del conflicto. Los tipos de “extremistas” a los que Asad censura se están forjando en campos de refugiados, y los campos que he visitado a lo largo de la frontera, en el sur de Turquía, no son una excepción.

Decenas de miles de personas han abandonado sus hogares con miedo, tristeza y odio en sus corazones, pero por un motivo justificado: la mayoría ha sido testigo de una brutalidad incalificable, ha visto cómo mataban, violaban o secuestraban a sus amigos y a sus familiares y, en vista de estos horrores, no dan cabida a negociar nunca más con el régimen.

Así que ahora se ven dejando atrás esa revolución pacífica y apoyando al Ejército Libre de Siria (ELS), una entidad turbia compuesta por soldados que desertaron, civiles indignados y, a veces, simples criminales. El ELS comenzó como un conjunto de soldados que se negaban a disparar a civiles que protestaban pacíficamente. Estos soldados dejaron entonces el ejército y comenzaron a formar milicias cuyo objetivo era proteger a esos manifestantes.

Pronto, esta función puramente defensiva dio paso a pequeños ataques y emboscadas a las tropas del gobierno; de ese modo, avivaban las quejas del régimen que sostenían que los manifestantes no actuaban de forma pacífica y que no se podía tratar con ellos sin usar la violencia.

El hecho de permitir la violencia para tomar la delantera a una revolución representaría caer en la ira; representaría un abandono del pensamiento estratégico a favor de lo que podría verse como una versión en miniatura del propio régimen; un régimen que comete brutalidades, que miente y que ha perdido su humanidad por completo.

Muchos sirios desean regresar a la revolución pacífica, pero el régimen parece contento con una oposición armada Una revolución como esta no presagia nada bueno para el régimen sucesor. Ya hay algunas pruebas de que esto sucede. Abundan los rumores que dicen que hay muchos miembros desesperados de la oposición que imitan a su terrible oponente: crean y divulgan vídeos y propaganda falsos, organizan operaciones ofensivas contra intereses del gobierno y animan a usar la violencia, cuando su objetivo en un principio era reducirla, no avivarla.

Mientras que la mayoría de los sirios desean regresar a la revolución pacífica que comenzó hace un año, el régimen parece bastante contento con una oposición armada y con toda la razón: Asad ha sido el destinatario de miles de millones de dólares en armamento militar ruso de gran sofisticación; un tipo de armamento que ningún grupo rebelde o, al menos, no este grupo rebelde, podrían esperar igualar.

Esto hace una intervención de la OTAN al estilo de Libia (como algunos parecen querer) mucho más complicada y no tan productiva a la hora de llegar a alcanzar una Siria verdaderamente pacífica y libre. En la práctica, no existe una solución militar; al menos, no sin destruir la nación que se espera liberar.

Con violencia, no hay indicios de esperanza. Las mujeres pasan por los puntos de control desde Damasco hasta Homs, haciendo contrabando con las medicinas bajo sus abayas; se improvisan aulas en cualquier lugar que se encuentre, para que los niños puedan continuar con su educación a pesar de la violencia que les rodea; los niños escriben poemas y hacen dibujos del dictador que se ha vuelto loco, que, en contra de la mitología, no hace frente a los israelíes o a los norteamericanos, sino que usa sus tanques para matar a su propio pueblo.

Una resistencia pacífica no significa que no haya resistencia; no hace referencia simplemente a pancartas de papel en las calles. Muchos refugiados con los que hablé, ciudadanos privados de Siria sin interés alguno en el poder político, piensan que la acción pacífica directa, como las huelgas generales, sería capaz de paralizar el país y causar estragos en el régimen.

Es la violencia (tanto del régimen como de la oposición) la que ha hecho que muchos sirios permanezcan en silencio Si la revolución consigue volver a sus orígenes pacíficos, es probable que crezca en envergadura y en intensidad. Bashar Asad no goza de mucha popularidad entre su pueblo, pero es la violencia (tanto del régimen como de la oposición) la que ha hecho que muchos permanezcan en silencio.

Esta resistencia pacífica sería doblemente efectiva si se conjugara con una fuerza diplomática unánime, que requeriría que Rusia y China participaran en las sanciones en contra del régimen de Asad. Por supuesto, es aquí donde el conflicto se hace mayor y más complejo, ya que Siria es el peón desgraciado en la lucha por alcanzar más poder.

La afiliación del régimen de Asad con Irán y su relación con las dos superpotencias mundiales en auge (Rusia y China), hace que se enemiste con la superpotencia predominante (y decreciente), Estados Unidos, y su sucesor elegido: Israel.

El contexto geopolítico de la crisis siria está causando actualmente fisuras entre los activistas internacionales que normalmente se unían en oposición al imperialismo norteamericano y a las políticas de Israel con Palestina pero que ahora se encuentran en bandos opuestos con respecto a Siria y al régimen de Asad.

Creo que esto es desconcertante. Según mi opinión, si se cree en una Palestina libre, también ha de creerse en una Siria libre. Con toda su palabrería, ¿qué ha hecho realmente Asad por los palestinos? Los refugiados palestino-sirios con los que hablé eran tan anti-Asad como cualquier nativo en Siria, y parece que esto es así porque reconocen que la opresión es opresión; da igual el color, la raza, la religión o la lengua.

Con la continua perseverancia del pueblo sirio, la caída de Bashar Asad es inevitable. Pero para asegurarse de que va a ser así, se deben rebasar los límites confesionales, políticos, económicos y étnicos que Asad tanto usa contra ellos y alzarse como un grupo unido.

Pero, quizás, lo más importante de todo es que lo hagan sin recurrir a la misma violencia que caracteriza a su oponente. El uso de la violencia representa un fracaso de la revolución y una victoria para Bashar Asad y la versión falsa de los hechos que ha creado.

Actualmente, Iara Lee está en la fase de posproducción de su nuevo documental, “The Suffering Grasses” (La hierba que padece), que se rodó en la frontera de Siria con Turquía.