El país acaba de recibir el 2012 en un ambiente gris y sin precedentes desde el año 1974. Mientras la economía se derrumba y gran parte de la población padece de indigencia y de depresión, el mundo político baila despreocupado en los salones de primera clase del Titanic: el PASOK está debatiendo para decidir si el hombre que llevó el país a este punto seguirá siendo su líder, el Nea Dimokratia se pregunta si es un partido del gobierno o de la oposición, La mezcla explosiva de desnudez y de insuficiencia lleva el país a una quiebra dolorosa e inevitableel LAOS [el partido de la ultraderecha] llega al punto de poner condiciones para seguir en el gobierno y la Izquierda está en su mundo.

Muy raramente en la historia tenemos una desmitificación tan fuerte de un sistema político, con más de tres décadas y media de vida y con raíces profundas en la sociedad: pero si alguien quiere hacer la recapitulación del año pasado en Grecia, seguramente va a destacar la revelación según la cual el rey ni siquiera lleva ropa interior y encima, es incompetente. Y esta mezcla explosiva de desnudez y de insuficiencia lleva el país a una quiebra dolorosa e inevitable.

El año pasado empezó con el caso de Siemens, que nos hizo recordar que los partidos políticos son autistas: tienen poco contacto con la calle, no pueden interactuar y consecuentemente, corregirse. Incluso en el último momento, casi ante el pelotón de ejecución, optaron por que cada partido emitiera su voto respecto al escándalo económico más grande ―y misterioso, en cuanto a su revelación, que no se nos olvide ― de los últimos veinte años.

Esa situación resumió unos meses más tarde la señora Papandreou [diputada del PASOK] en una tormentosa reunión parlamentaria del PASOK, diciéndole a la cara al primer ministro, tocayo suyo: "Eres improcedente". El derrumbe de Papandreou ha sido completo: después de salvar Grecia dos o tres veces se vio obligado a dimitir

El derrumbe de Papandreou ha sido completo: después de haber salvado Grecia dos o tres veces, con el acuerdo histórico del marzo, el más histórico del julio y el aún más histórico del octubre y con los memorandos, se vio obligado a dimitir.

Antes, una mañana del verano pasado, había ofrecido su dimisión, cuando ya era muy evidente que los ministros del PASOK ni siquiera podían ir a comer fuera. Se arrepintió de hacerlo, esa misma tarde y tres meses después estuvo a punto de provocar una crisis económica internacional, anunciando, de repente, un referéndum con el objetivo único de acorralar a sus enemigos políticos, chantajeando al cuerpo electoral. Todo eso, antes de intentar mantenerse con uñas y dientes en el poder, dirigiendo desde los bastidores a su confidente Petsalnikos [presidente del Parlamento].

Era muy evidente que su gobierno tragicómico sería una mayor amenaza de ruina que el de Androutsopoulos, que el dictador Ioannidis había nombrado, en una situación semejante, ante el derrumbe del régimen en el año 1974, y no podría aguantar más de una semana.

Igual de importante, aunque menos ruidoso, era el caso de Samaras. Lo que nadie puede entender ―y por eso sus correligionarios europeos, y no sólo ellos, están indignados con él ― es la razón por la que optó por la táctica del enfrentamiento con Papandreou y con su gobierno: en lugar de hacerle de tapadera, para que el presidente del PASOK terminara él solo el “trabajo sucio”, algo que de todos modos desgasta al adversario de forma irreparable, el presidente del Nea Dimokratia, incluso hoy en día, quiere como loco recibir la bomba que, seguro, va a explotar en sus manos. El presidente del Nea Dimokratia quiere como loco recibir la bomba que, seguro, va a explotar en sus manos

Al final, bajo la presión de las circunstancias y de los acreedores, se vio obligado a aprobar las medidas de los memorandos y el gobierno de Papadimos, en una gran voltereta para atrás, de las que cuestan muy caro, en cuanto a la controversia total de los políticos: no es casualidad el hecho que en las últimas encuestas el PASOK y el Nea Dimokratia no llegan a la mayoría parlamentaria, ni siquiera en el caso de un gobierno de coalición.

El problema, pues, es que han asumido la responsabilidad de la salvación del país los que lo han llevado al borde del abismo.

Se trata de ciudadanos que en su mayoría no han trabajado nunca en su vida y tampoco saben resolver problemas: con la economía en las últimas, el FMI ya decidido a no entregar el plazo siguiente, el derrumbe del país y de sus reyes desnudos e incapaces parece ser una cuestión de semanas.