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Topper
Ilya U. Topper
[Estambul · Nov 2011]
Turquía reportaje 

Al otro lado del islam


Ceremonia alevi en EstambulTurquía es un país menos musulmán de lo que parece. Pero sus ciudadanos alevies, tal vez la cuarta parte de la población, permanecen invisibles.

Turquía no puede entrar en la Unión Europea porque eso significaría meter de golpe a 70 millones de musulmanes en lo que llamamos Europa. Un argumento habitual entre quienes se oponen a la candidatura de Ankara. Quienes están a favor señalan que la UE no es o no debe ser un club cristiano. Pocos ponen en duda el fundamento del debate: que Turquía sea un país musulmán.

A primera vista, nada que objetar. Acorde a todas las estadísticas, Turquía cuenta con un 99% de habitantes musulmanes. Un 99.8% incluso: los 120.000 cristianos turcos y los 26.000 judíos sefardíes no tienen un peso demográfico digno de mención. Pero esta cifra esconde dos falacias: por una parte, un gran porcentaje de estos 'musulmanes' no se rigen por la religión en su vida diaria. En un sondeo de 2007, publicado por el diario Milliyet, un 30% de la población se declaraba “no practicante” (incluso entre quienes se definen como “practicantes”, un tercio nunca va a la mezquita). Y por otra parte, la cifra del 99% oculta a millones de turcos que pertenecen a una religión distinta del islam: los alevíes.

¿Cuántos millones? No hay cifras oficiales. “Somos 25-30 millones”, afirma Izettin Dogan, presidente de la fundación Cem Vakfi. Otros hablan de 10 o 12 millones, y pueblan todo el país: desde las llanuras de Anatolia oriental hasta las ciudades de la costa egea. Muchos hablan turco, otros kurdo o zazaki, un idioma iraní cercano al kurdo.

¿Qué es la fe aleví? Hay tantas respuestas como almas cuenta la comunidad.“Es el islam verdadero, el original” asegura un vecino de Gaziosmanpasha, un barrio periférico de Estambul. Ceremonia aleviNos hallamos en una 'cemevi', una 'casa de la comunidad', nombre que reciben los templos alevíes. No tienen nada que ver con una mezquita.

No todos los alevíes acuden a la cemevi. “Ser aleví es ser de izquierda”, dicen algunos; “no hace falta creer en Dios”. Otros retienen las enseñanzas sufíes: “Dios es cada uno. Eres tú, soy yo”.Con estas ideas, no sorprende que los alevíes hayan sufrido el desprecio de los teólogos suníes, que los consideran herejes, mucho más vilipendiados que cristianos o judios. Para protegerse, los alevíes se han identificado ellos mismos como “musulmanes” durante siglos.

Pero es un “islam” extraño. Los alevíes no reconocen las normas coránicas. No consideran prohibido el alcohol ni el cerdo. Ni se les ocurre que una mujer tenga que velarse, ni que valga menos que un hombre. Ni practican los rezos codificados por el islam. Hombres y mujeres se reúnen en la cemevi, se arrodillan en semicírculo y se inclinan hacia delante cantando en coro las palabras “Dios Mahoma Alí”.

Nada sagrado

La mención de Mahoma vincula esta fe al islam, la de su yerno Alí, a la rama chií (de ahí que muchos definan a los alevíes como “chiíes”). Y ahí se acaba lo que tienen en común. El Corán es un libro profético más, como los Evangelios o la Tora. Tienen más valor los escritos del sufí Haci Bektash (siglo XIII) y otros filósofos místicos. Pero tampoco son sagrados. El hombre que dirige el rito, el 'dedé', asume el cargo por herencia familiar, pero no tiene autoridad más allá de los rezos. “Lo único sagrado es la piel de cordero sobre la que se sienta el Dedé”, observa un participante con cierta sorna.

Los rezos acaban con un baile de seis chicos y seis chicas adolescentes, ataviados con coloridos trajes, que giran y se entrelazan en el centro del templo. Luego se reparte pan y fruta a todos: una especie de comunión. Así transcurre la ceremonia en Gaziosmanpasa, feudo de las corrientes izquierdistas. No necesariamente es igual a las tradiciones de Tunceli, una provincia rural de la Anatolia oriental. Allí, el rito tiene reminiscencias chamanísticas, aseguran algunos, e incluye ceremonias en un monte sagrado.

La paradoja es que la población aleví, implantada en la clase media, haya sido durante décadas el pilar más sólido del kemalismo, la ideología laica oficial de Turquía... y haya sufrido persecuciones precisamente a manos de los poderes kemalistas. Porque el marcado izquierdismo de grandes intelectuales alevíes y la afiliación de los jóvenes a movimientos marxistas han puesto la comunidad en el punto de mira de los cuerpos de seguridad durante toda la guerra fría. Gaziosmanpasha celebra cada 12 de marzo, con rosas y banderas rojas, la masacre de 1995, en la que la policía mató a 15 jóvenes en una protesta.

También está viva en la memoria la masacre de 1993 en la ciudad de Sivas, en la que murieron 37 personas, la flor y nata de la intelectualidad aleví, reunidas en el hotel Madimak. Ceremonia aleviUna muchedumbre fanática, en complicidad con la policía, incendió el hotel al enterarse de la presencia de Aziz Nesin, uno de los mayores escritores turcos, aleví y ateo confeso.

Y ha sido, curiosamente, el gobierno del partido islamista AKP el que ha lanzado un diálogo.El hotel Madimak acaba de pasar a propiedad pública para convertirse en un centro cultural aleví y memorial de la tragedia. En 2009, Abdullah Gül fue el primer presidente turco en visitar una cemevi. Desde hace dos años, el gobierno parece estar a punto de dar el visto bueno a una de las reivindicaciones fundamentales de la comunidad: el reconocimiento de las cemevis como lugares de culto.

“Diyanet, la autoridad religiosa, financia únicamente las mezquitas y los imames. Queremos que este apoyo se extienda a las cemevis y los dedés. Pagamos nuestros impuestos pero éstos no vuelven a nuestra comunidad”, denuncia Izettin Dogan. Hay pueblos alevíes en los que Diyanet ha construido mezquitas... aunque sólo rezará en ellas el imam enviado por el Estado.

La otra reivindicación parece más difícil de cumplir para el AKP: la eliminación de las clases de religión ―es decir del islam suní― de los colegios públicos, instauradas tras el golpe militar de 1980.El gobierno dio un paso al frente y en septiembre de 2011 editó nuevos libros de texto que incluyen por primera vez referencias a la fe aleví. La medida suscitó aplausos entre algúnos líderes de la comunidad, que se alegraban de este “paso histórico”. Pero la mayoría criticó duramente este “intento de sunificar la fe aleví”, como dijo Ali Balkiz, un escritor aleví, al diario Today's Zaman.

De hecho, la definición elegido es llamativa: “Los alevíes honran a Ali y le siguen. Creen en la unidad de Dios y aceptan a Mahoma como el último profeta y el Corán como su libro sagrado”. En otras palabras, son sencillamente musulmanes. “Esto es parte de la política de asimilación” denuncia el cantante aleví Dertli Divan en el mismo diario. Pocos alevíes piden, en primer lugar, que su religión se enseñe en el colegio. Prefieren que la enseñanza sea estrictamente laica para todos.

Este laicismo de los alevíes sería uno de los elementos que Turquía aportaría a una Unión Europea en la que la mayoría de los países invocan a Dios en su Carta Magna, pero también es el rasgo que ha convertido en invisible la comunidad durante décadas, en contraste con las otras religiones minoritarias que siguen marcando hasta hoy la vida social y política de este país 'islámico'. Ceremonia ortodoxaMuchos turcos recuerdan con orgullo que la cuna de la Iglesia cristiana se halla en Anatolia, y que Estambul, la vieja Constantinopla, es la primera capital espiritual de la cristiandad, hasta hoy sede del Patriarca Ecuménico de la Iglesia Ortodoxa.Las televisiones nacionales transmiten en directo el rito de la Epifanía: la recuperación de la cruz que el Patriarca lanza a las aguas del Cuerno de Oro.

Judíos y armenios

Menos visible en el debate político es la comunidad judía, pero está presente en la sociedad, y no sólo cuando viene a cantar Yasmin Levi, la cantante israelí que mezcla letras de castellano moderno con el tesoro lírico sefardí, heredado de su padre, judío turco. Al menos dos empresas que cotizan en la Bolsa de Estambul pertenecen a familias judías: Vakko, la mayor cadena de ropa de alto diseño, y Alarko, un inmenso holding industrial.

El estatus de las minorías religiosas se orienta en el Tratado de Lausana de 1923, que perpetúa un sistema heredado del Imperio Otomano: los cristianos greco-ortodoxos, armenios, siriacos... y los judíos mantienen sus propios sistemas de enseñanza primaria, asociados a las estructuras religiosas. Este modelo de educación ha permitido a griegos, armenios y sefardíes preservar su idioma y su fe... pero también los ha mantenido en un limbo social, siempre sospechosos de ser quintacolumnistas, aliados secretos de los países enemigos, Grecia y Armenia.

Sólo en los últimos años, un creciente sector de la sociedad se ha rebelado contra esta concepción de la nación como bloque homogéneo turco-musulmán y acepta a griegos y armenios como parte integrante. Dan fe las inmensas manifestaciones que cada año paralizan Estambul en memoria de Hrant Dink, un periodista turco-armenio asesinado en 2007 por un joven fascista. En 2010, turcos y armenios conmemoraron por primera vez públicamente en la plaza Taksim el genocidio armenio, hasta hoy negado por el Estado.

Otro hito fue en junio pasado la jura del diputado siriaco Erol Dora, el primer cristiano en el Parlamento turco, elegido en las filas del partido laico BDP con los votos de los kurdos musulmanes. Los alevíes, en cambio, renuncian a llevar a gala su identidad en el hemiciclo: se sabe que el jefe de la oposición, Kemal Kilicdaroglu, líder del partido socialista y laico CHP, es de familia aleví, pero jamás se ha pronunciado sobre este hecho. Tal vez porque la esencia de la fe aleví consista precisamente en prescindir de toda religión.