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Ediciones Oriente Mediterraneo

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Topper
Ilya U. Topper
Güveççi (Antakya) · Jun 2011]
Siria  reportaje 

Los sicarios que siembran el miedo


Vehículo militar en SiriaLos 'shabiha', narcotraficantes y contrabandistas convertidos en sicarios, hacen el trabajo sucio del régimen y desatan el pánico en la población siria.

"Es la mafia”. Así lo resume Yusuf Mohamed, vecino de Jisr al Shugour, cuando se le pregunta quiénes son los “shabiha”, esos sicarios que aparecen en todos los relatos de los refugiados sirios como responsables de las mayores atrocidades.

Ni el Ejército, ni las diversas ramas de la policía ―nacional, política, militar― inspiran tanto terror como esa palabra, 'shabiha'. Hacen el trabajo sucio del régimen. “En algunos barrios de Latakía han ido a casas de activistas y si no los encontraban mataban a sus hijos o violaban a sus mujeres”, relata Mohamed Fizo, un activista sirio oriundo de Jisr al Shugour, ingeniero naval de formación. “Yo tuve suerte: no había nadie en casa cuando llegaron. Los vecinos los vieron entrar con pistolas con silenciadores”.

Oficialmente no existen. O no tienen nada que ver con el régimen. “En esencia son redes de traficantes de tabaco, drogas y armas que dominan los negocios ilegales desde los años noventa. Su principal feudo es Latakía”, explica Fizo. Por dos razones: Latakía es la única ciudad portuaria de Siria, es decir terreno predestinado al contrabando... y es la patria chica de la familia Asad que dirige los destinos del país desde 1970.

De hecho, son precisamente dos primos de Bashar Asad los que son los cabecillas de esta red mafiosa, junto a la familia Shalish, según explica Fizo, que ha vivido años en Latakía. Mundhir y Fawwaz, hijos de Jamil Asad ―el hermano menor de Hafez Asad y tío del actual presidente― aparecen en los números 12 y 13 de la lista de las sanciones de la Unión Europea, con la nota: “Implicado en la represión de la población civil como parte de la milicia Shabiha”. Blindado turco en GüveççiLa familia Shalesh, oriunda de la misma zona que la de Asad, forma parte del entramado del poder, acorde al ex parlamentario y disidente sirio Mohamed Mamoun Homsi.

“Tras la invasión de Iraq, los shabiha se dedicaron al tráfico de armas para la grupos islamistas iraquíes”, añade Fizo. De hecho, Joshua Landis, analista de la Universidad de Oklahoma, relata que Mundhir Asad había sido detenido en 2004 por este contrabando y que Bashar Asad, aún antes de llegar a la presidencia, no dudaba en atar corto a sus primos, cuando ellos o sus sicarios se conducían como si fueran los dueños de Latakía. Pero nunca les quitó el lucrativo negocio del contrabando: todo quedaba en familia.

Los shabiha suelen ser alawíes, al igual que la familia Asad y la mayoría de los miembros del régimen. El islam alawí se distingue del suní en que no da ningún valor a los dogmas, ritos y prohibiciones y fomenta un estilo de vida laico. En Latakía, ni el alcohol ni las minifaldas son tabú.

“En algunos barrios de Latakía, todo el mundo va armado”, relata Fizo. “Cuando empezó la rebelión, los shabiha se convirtieron en milicias al servicio del régimen y muchos jóvenes alawíes se unían a ellos por miedo: los shabiha iban de barrio en barrio para contar a la gente que los suníes querían hacerse con el poder para exterminar a los alawíes. Y a los suníes les dicen que los alawíes los quieren matar, cuando en realidad no todos los alawíes, ni mucho menos, están a favor del régimen; de hecho, mi mujer es alawi”.

El efecto: “La gente no se manifiesta por miedo a una guerra civil, y cuando lo hacen es fácil enfrentarlos entre ellos”. Muchos creen que son los shabiha quienes disparan a los manifestantes... y no sólo a los contrarios a Asad sino también a las contramanifestaciones de apoyo al régimen, para crear confusión y dar a la policía un pretexto para una represión brutal.

Las cifras bailan en la frontera. Como siempre. “Han muerto siete personas en una manifestación de Kiswa, al sur de Damasco; entre ellos un niño”, sabe uno. “No: han sido 14”, interrumpe otro. Mohamed FizoHoras más tarde, las agencias hablan de cuatro muertos en Kiswa, 15 en todo el país, incluidos tres en la ciudad de Homs. Como todos los viernes, los sirios han salido a la calle masivamente, desde la periferia sur de Damasco hasta Latakía, Hama, Homs y la 'capital' kurda de Qamishli.

Pero también crece la tensión fuera. “El régimen sirio está poniendo en duda su legitimidad”, al optar por un “camino de represión en lugar de cumplir sus propias promesas de reformas”, advirtió el viernes el Consejo Europeo, órgano que reúne a los jefes de Gobierno de toda la UE, durante una reunión en Bruselas. Condenó la “violencia chocante e inaceptable que el régimen sirio utiliza contra sus propios ciudadanos” y pidió la “máxima contención” a las tropas sirias que se aproximaron el jueves a pocos centenares de metros de la frontera turca.

La maniobra provocó el éxodo de unos 1.500 desplazados que acampaban justo en la línea fronteriza ―ahora ya hay más de 11.700 acogidos en los cinco campamentos en Turquía― y suscitó la reacción de Hillary Clinton, ministra de Exteriores de Estados Unidos, que conversó con su homólogo turco el jueves y expresó “preocupación”. “Si las fuerzas sirias no terminan de inmediato con sus ataques y sus provocaciones, que no sólo afectan a sus ciudadanos sino también conllevan posibles choques fronterizos, veremos una escalada del conflicto”, dijo. Horas más tardes, Ankara convocó al embajador sirio, Nidal Kabalan.

Al mismo tiempo, la situación en la frontera era de calma tensa. Desde el pueblo turco de Güveççi se distingue un vehículo militar sirio aparcado al lado de una torre de observación medioambiental. El campamento al pie de la colina, que hasta esta semana albergaba a unos 3.000 desplazados de Jisr al Shugour, está casi vacío.

“Queda como mucho un centenar de personas, que se han quedado para cuidar de los coches y las vacas”, sabe Mohamed Fizu, que ha pasado semanas en una de las tiendas fronterizas para enviar información al exterior. Ahora también él se ha puesto a salvo en Güveççi pero piensa regresar para mantener el contacto. Aún hay un millar de personas en tiendas dispersas por la zona.Blindado turco en Güveççi “Tememos que los militares incendian el bosque, como hicieron en Sermanía y otros dos pueblos, pero a la vista de los militares turcos no es verosímil”, aventura.

“Los tanques aparecieron a las seis de la mañana del jueves y desataron el pánico”, recuerda Fizu. “Fue una confusión terrible, hubo familias que se separaron...”. Los militares se quedaron en la aldea de Khirbet al Jouz, tras la colina, y no bajaron hasta el campamento, pero al mediodía “observamos un coche con cuatro personas sin uniforme, que procedieron a inspeccionar las tiendas; al final prendieron fuego a dos. Estamos seguros de que eran 'mujabarat' (policía secreta)”.

La misma palabra salta a media tarde, cuando desde Güveççi se distingue un convoy de coches blancos con banderas y grupos de personas con chaleco rojo cerca del campamento. “¿La Cruz Roja? ¿Para qué vendrán ahora, cuando no han venido en un mes? ¡Seguro que es la policía secreta!” asegura un refugiado en el lado turco. Hat quien piensa que incluso pueden ser los shabiha.

El otro dictador

Otro de los personajes más temidos es Maher Asad, el hermano menor del presidente. Pero Maher, comandante de la Guardia Republicana, se ha convertido estos días en algo más que un alto cargo militar responsable de las masacres de civiles. Hay quien piensa que él, y no Bashar, es el dictador de Siria.

Es lo que aventura Ahmed, un refugiado de Jisr al Shugour que acampa con su familia cerca de la frontera turca. “Hace tiempo que no vemos a Bashar Asad ni en televisión. Se dice que nadie puede ir a verle porque Maher controla hasta quien entra en su vivienda. Quién sabe si lo ha encerrado o incluso lo ha asesinado y en realidad, el presidente de Siria es ahora Maher Asad.”

No es verosímil, pero la reflexión muestra hasta qué punto la ira popular se dirige contra el comandante de la Cuarta División Acorazada, aquella que sembró el pánico en la ciudad de Deraa en marzo y que dirigía el ataque contra Jisr al Shugour. Su nombre encabeza la lista de 13 personalidades sirias contra las que la Unión Europea impuso sanciones en mayo, calificándole de “coordinador principal de la violencia contra los manifestantes”. Bashar Asad, el presidente, fue incluido días más tarde.

A diferencia de su hermano, Maher Asad, nacido en 1967, ha tenido una formación militar. Maher AsadEstudio Empresariales en la Universidad de Damasco, pero luego empezó una carrera militar, como el mayor de la familia, Basil, predestinado a suceder a su padre, Hafez Asad, en el cargo de la presidencia.

Tras la muerte de Basil en un accidente de coche en 1994, el nombramiento de Bashar como sucesor y su acceso a la presidencia tras la muerte de Hafez en 2000, Maher se convirtió en uno de los más cercanos colaboradores de éste. Algunos especulan que era él quien convenció a Bashar Asad para que abortara la “primavera de Damasco” que parecía iniciar una tímida democratización del país, ese mismo año.

Otros lo dudan y achacan la responsabilidad a la vieja guardia del Partido Baaz. “Maher es un hombre militar, no se mete tanto en política”, cree Hefiz Abdulrahman, activista de derechos humanos sirio, exiliado en Antakya. Tanto la Guardia Republicana como la Cuarta División son cuerpos de élite cuyos miembros se escogen cuidadosamente.

Eso sí, Maher tiene bajo su mando también todos los servicios de información y espionaje, añade, lo que le da un inmenso poder. No sorprende que la población le considere el 'carnicero' responsable de las torturas. Influye también su fama de hombre iracundo, violento y de gatillo fácil, que incluso habría disparado contra su propio cuñado, el general Asef Shawqat, marido de su hermana Bushra Asad, aparte de abofetear a Buthaina Shaaban, la consejera de su hermano.

¿El policía bueno y el policía malo? Algo de eso hay, opina Abdulrahman. “Lo mismo se decía cuando Hafez Asad encargó a su hermano Rifaat aplastar la rebelión de Hama en 1982. En realidad, Hafez controlaba el poder, como se vio después cuando le retiró todos los poderes a su hermano y lo envio al exilio.

También ahora, Bashar permite que Maher aparezca como el culpable de la represión, porque así se mantiene una puerta abierta: si la solución militar fracasa, puede deponer y exiliar a Maher y sus allegados y declarar que se inicia una nueva era, sin que su nombre se haya manchado demasiado. Es su última carta”.

No todos le creerán. Nureddin, un campesino sirio-turco del pueblo fronterizo de Karbeyaz, lo resume así, juntando los dedos: “Bashar y Maher son hermanos. Son tal para cual”..

La gran manifestación de Hama
Noria en Hama (Siria)

La noticia corre: “Medio millón de personas ha salido hoy a la calle en la ciudad de Hama”. Aunque las agencias no lo confirman, Hefiz Abdulrahman, activista siria exiliado en Antakya, la da por cierta, aunque exagerada. “çEste viernes ―24 de junio― sí hubo cientos de miles de manifestantes, seguro”. Sería la mayor protesta que ha vivido Siria desde que empezó la revuelta en marzo. No hubo represión, esta vez.

Hama, la 'ciudad de las norias' a medio camino entre Damasco y Alepo, con una población de 700.000 almas, fue escenario de una insurrección islamista armada en 1982, aplastada brutalmente por el régimen de Hafez Asad, con decenas de miles de muertos. Sigue siendo un feudo conservador y religioso. Pero las protestas también han alcanzado a la alegre y abierta ciudad portuaria de Latakía y el norte kurdo, donde la policía de momento no interviene.

“Lo nuestro no es religioso. Es simplemente ver los muertos, los heridos... y rebelarse” resume Mohamed Fizo. Forma parte de una red de 28 delegados en todo el país que coordinan las protestas gracias a móviles turcos, otros teléfonos extranjeros ―en el norte siguen cortadas las comunicaciones― y Facebook, sin apoyo de ningún partido ni movimiento religioso. Muchos ni se conocen entre ellos. “No recibimos ayuda ni de la Declaración de Damasco ni de los Hermanos Musulmanes”, asegura. Aunque sí apoya la conferencia que estas dos entidades impulsaron en mayo en la ciudad turca de Antalya. “Pero hubo pocos resultados. Hay que seguir: ya no hay vuelta atrás”.