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Topper
Ilya U. Topper
[Estambul · Feb 2012]
SIRIA  reportaje 

La revolución va a la mezquita


Conferencia siria EstambulEl Consejo Nacional Sirio, que busca hoy en Túnez el reconocimiento internacional, se escora cada vez más hacia posiciones islamistas y ya no representa la revolución, según muchos activistas.

“Antes se gritaba en las manifestaciones 'Siria Unida'. Ahora lo que más se escucha es 'Dios es grande'”. Lo dice, con cara de preocupado, Adnan Bakira, en una reunión de la oposición siria en Estambul, dos días antes de que se celebre en Túnez, este viernes 24 de febrero, la Conferencia de Amigos de Siria.

La cita es un hotel caro de Estambul, como casi todos los congresos que convoca la oposición siria en el exilio. El nombre es altisonante: Primera conferencia de la Unión de organizaciones de la sociedad civil siria. Aunque desde cerca parece más bien un último intento de reflotar el organismo que aspira a ser portavoz de la nueva Siria: el Consejo Nacional Sirio o CNS.

Hace falta. El mismo día, un periódico turco, el Hürriyet Daily News, publica las declaraciones de Ammar Qurabi, uno de los personajes fundadores del Consejo, en las que renegaba de este organismo y propuso el Movimiento por el Cambio Nacional como alternativa. Con el reclamo de acoger a las minorías religiosas – yezidíes o drusos – que no tuvieran cabida en el CNS y de ser “el primer partido de la oposición siria que no es islamista”.

Amer Kadro, un miembro del CNS residente en Estambul que figura como coordinador de la conferencia, confirma la salida de Ammar Qurabi. “No es el único, hay más grupos fuera del Consejo”, añade. Pero niega que sea por la deriva religiosa del organismo. “Entre los 9 miembros de la Junta Directiva sólo hay uno afiliado a los Hermanos Musulmanes; hay dos cristianos, un izquierdista...” recuerda. Y aboga, por supuesto, por una Siria de todos los ciudadanos, sin diferencias religiosas o sectarias.

Pero la propia conferencia, que supuestamente acoge a 70 organizaciones sirias – en la sala hay un centenar largo de personas – contradice sus palabras. Protesta siria EstambulEl segundo en hablar es un teólogo. Media hora más tarde, le toca a un teólogo invitado de Kuwait. Entre medio sale al estrado Ibrahim Kuki, que figura como “representante de la oposición en el interior” aunque también vive exiliado “desde hace unos meses”. Desde el estrado, proclama el carácter islámico de quienes se juegan la vida contra Asad. “Únicamente salimos a luchar para defender el credo del islam”, trona. “Nuestra única base son las mezquitas”.

Bakira se lleva los manos a la cabeza, pero explica este tipo de derrapes con que "los jóvenes se ven frente a la muerte y buscan refugio en Dios". Desde hace meses, las manifestaciones se hacen casi siempre los viernes al salir de la mezquita, pero hasta ahora no fue porque tuvieran un caracter religioso, sino porque la mezquita es el único lugar en el que se pueden reunir más de tres personas sin ser dispersados por la policía. Aunque visto el discurso de Kuki, puede que esta necesidad logística acabe por islamizar la revolución.

Bakira considera fundamental que la nueva Siria conserve el carácter plural del país, donde se juntan musulmanes, cristianos, alawíes, drusos y otras religiones en una sociedad aconfesional. No forma parte del Consejo: es responsable de comunicación de las Juventudes de la Siria de Mañana, una red basada sobre todo en Arabia Saudí y los países del Golfo. Pero aboga por apoyar al CNS, por ser el mayor organismo de la oposición siria. “Está dominado por los hermanos musulmanes; sí, pero el presidente es Burhan Ghalioun, un profesor residente en París que es laico”, recuerda. “Eso es señal de que puede abarcar a todo tipo de corrientes”.

Entiende la salida pública de Qurabi: “En Siria no había sociedad civil, no había partidos: no tuvimos oportunidad de crear un diálogo político. Ahora estamos acostumbrándonos a la pluralidad y evidentemente surgen estos debates. Es sano”. Es el mismo argumento que muchos sirios aducen desde que en verano, cada uno de los congresos celebrados en Estambul para desembocar en un organismo unificada se alargaba para “limar las últimas diferencias de opinión”. El CNS nació cojo, tras haberse anunciado demasiadas veces. Adnan Bakiri aún cree que es posible ampliarlo, agrupar bajo su paraguas a todas las organizaciones sirias y “convertirlo en la verdadera voz del pueblo sirio, algo que por ahora no es”.

Pero un vistazo por la sala crea serias dudas. Protesta siria EstambulEn una esquina se agrupan una decena larga de mujeres. Todas, excepto una, llevan el estricto hiyab islamista, que en Siria no es ni mucho menos mayoritario. Una —tal vez llegada de un país wahabí: también hay varios hombres con tocados de la región del Golfo— se oculta incluso bajo niqab que tapa todo menos los ojos. La única organización turca invitada —probablemente preste apoyo logístico a la conferencia— es IHH, la más islamista de todas las grandes ONG turcas.

Pero no sólo el islamismo lastra el CNS. También su imagen de ineficacia. Los activistas más curtidos en la calle, que se pasan el día colgados de Facebook y Skype para organizar la próxima protesta en media Europa se suben el cuello de la cazadora desgastada cuando se cruzan en hotel de Estambul —siempre son los hoteles más caros— con los miembros del Consejo, en traje y corbata, que se dan aires de diputado y se refugian en discursos floridos.

Ni siquiera avisan a la prensa de sus reuniones, no llevan a cabo la labor divulgativo y de concienciación pública que, según los 'callejeros', les correspondería. “Ojalá llegue muy pronto el momento en que podamos derrocarlos al igual que a los Asad”, susurra un activista. “No son mejores. Sólo que por el momento los necesitamos aún. Pero en cuanto caiga el régimen, hay que deshacerse de ellos. O antes”.

Ayuda clandestina

Porque el apoyo material a la revolución también tiene sus vías propias. Frente al transitado puede de Galata, en un edificio bajo y gris de Eminönü, hay un par de pisos vacíos donde se apilan las cajas. Es el reino de Ahmed Sabouni y su Alta Comisión para el Rescate de Siria (HCFSR en sus siglas inglesas). Hay material médico, juguetes, piezas electrónicas. Y sobre todo hay muchas llamadas de teléfono y un ir y venir constante. Sabouni es un empresario sirio que vive a caballo entre Líbano y Turquía, pero que ahora está robando tiempo a sus negocios para canalizar ayuda humanitaria a los refugiados sirios, y también hacia quienes la necesiten en el interior del país.

Sabouni se encarga de hacer llegar las cajas a Líbano o a Jordania, desde donde se introducirá en el país por las mismas vías de contrabando por las que se evacúa a los heridos. Y también éstos necesitan todo tipo de material sanitario, porque acudir a un hospital libanés es demasiado arriesgado: los esbirros de Asad —el régimen cuenta con muchos simpatizantes en Líbano— podrían rematarlos allí. Mejor están quienes llegan a Turquía: tienen la seguridad de los campamentos y la ayuda médica gratuita que ofrece el Estado.

Sabouni no quiere opinar sobre el Consejo: se limita a un trabajo apartidista, humanitario, a favor de la revolución, explica entre llamada y llamada de teléfono. Ahmed SabouniPero entre estas redes de activistas anónimas, sin discursos teológicos ni más fórmulas religiosas que las de cortesía, se evidencia el abismo que separa el pueblo sirio de los 'diputados' del CNS y su cuidadoso reparto de 'escaños', que intenta difuminar el peso real de los Hermanos Musulmanes en este organismo (como deja entrever Molhem Drobi, él mismo miembro de los 'Hermanos', al explicar que su organización renunció a gran parte de los representantes que por votación le habrían correspondido).

La omnipresencia de los 'hermanos' se evidenció también en enero en Estambul, donde un pequeño performance en la plaza de Taksim no sólo escenificaba las masacres de mujeres y niños por parte del régimen de Asad sino también recordaba los muertos de Hama de 1982, año en el que Hafiz Asad, el padre del actual presidente, ahogó en sangre una revuelta armada de los Hermanos Musulmanes.

Pero es dudoso hasta qué punto los revolucionarios en el interior se sientan representados por el CNS. Algunos disidentes, como Ousama Mardini, creen que poco o nada. Este hombre de negocios, residente en Suecia, cree que es hora de acabar con el dominio del coronel Riad Asaad, dirigente del Ejército Sirio Libre, la guerrilla compuesta en gran parte por soldados y policías desertores. “Por ineficaz y porque se inclina demasiado hacia un solo partido, el de los Hermanos Musulmanes, cuya presencia en el Consejo es muy superior a su peso real en la sociedad siria”, opina Mardini.

Aboga por reemplazar al coronel, refugiado en Turquía, por el general Mustafa Shaikh que desertó en enero. "Ahora mismo, muchos soldados desertan del régimen sirio y hay que apoyarlos, coordinarlos, organizarlos, y no se está haciendo", critica Mardini. El nuevo Consejo Militar será proclamado “dentro de pocos días”, prometió Mardini en Estambul en la tercera semana de enero, asumiría la función de portavoz de la rebelión y marginaría al Consejo Nacional Sirio que, segú él, "no representa a nadie".

El cambio deseado por Mardini se ha hecho esperar y aunque en febrero, algunos medios anglosajones daban noticias sobre el nuevo liderazgo de Mustafa Shaikh, el coronel Asaad se sigue proclamando como dirigente único del Ejército Sirio Libre. Ahora mismo parece haber dos facciones dentro de la guerrilla, aunque ambas, al menos en sus bases, coinciden en pedir una intervención internacional cuanto antes, un paso que el Consejo aún no ha dado.

Adnan Bakira sabe de la división en las filas de la guerrilla, pero no quiere entrar a valorarla. Niega la mayor: se opone a militarizar la revolución siria. “La rebelión armada empezó porque había algunos que devolvían el fuego cuando la policía disparaba a los manifestantes. Protesta siria EstambulEsto ha tenido un efecto positivo: en lugar de mandar a diez policías para detener a diez manifestantes, ahora tienen que mandar a cien para detener a uno”, opina.

“Pero convertir la rebelión en una guerra militar clásica no tiene sentido: los desertores tienen armas ligeras, no pueden ganar contra los tanques, y donde combaten, Asad descarga todo el poder de su destrucción: bombardea, derribe, aplasta. Además, una guerra hay que financiarla. Y por ahora, ningún país, ni Turquía, ni Qatar, ni Francia, ni Estados Unidos, ni nadie está realmente dispuesto a enviar armas y dinero y asumir el coste de una guerra contra el ejército de Asad. Así no se puede”, concluye el activista.

Pero Bakira no es pesimista: “Para Asad es mucho más peligroso la rebelión cívica. No puede aplastarla con tanques. Mandar a los soldados contra una manifestación civil desgasta al régimen mucho más que mandarlos a combatir contra desertores”.

Pese a las críticas, el Consejo Nacional Sirio se postula como representante oficial de la Siria rebelde, aunque mantiene una posición ambigua respecto a la intervención militar extranjera. No consta entre las propuestas oficiales que el CNS lleva este viernes a Túnez. Pero tampoco la descarta ya, como hacía al principio.

Amer Kadro propone que “cada país utilice todos los instrumentos a su alcance” para proteger a la población civil. “Tras vetar las condenas a Asad en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el pueblo sirio considera a Rusia y China cómplices de las masacres, pero estoy seguro de que los demás países pueden hacer mucho al margen de este veto", asegura. En primer lugar, podrían enviar ayuda humanitaria a los refugiados, desplazados y heridos sirios, tanto dentro como fuera del país, detalla Kadro. Y finalmente, el CNS pedirá que todos los Estados expulsen a los embajadores sirios y retiren a sus propios diplomáticos de Damasco, para luego poner fin al reconocimiento oficial al régimen de Bashar Asad y reconocer en su lugar al Consejo Nacional Sirio, concluye Kadro.

No es muy probable que este reconocimiento oficial tenga lugar, pero si sucede, algunos activistas sirios empezarán a pensar en la revolución que deberá venir tras la revolución.