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Ediciones Oriente y Mediterraneo

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Del Valle
Nicolas Lupo
[Norte Alepo · Ago 2012]
SIRIA   reportaje 

Luchar junto al antiguo enemigo


Insurgentes siriosSoldados del ejército de Siria combaten junto a la insurgencia tras desertar o haber sido apresados. La reorganización del los rebeldes les ha permitido ganar terreno estratégico junto a la frontera con Turquía.

Omar camina lentamente por el patio de la escuela de Al-Bab mientras renquea al no poder apoyar bien su pierna izquierda. Una banda blanca impoluta que rodea el pie es la prueba que su cojera es reciente. Vestido todavía con el chaleco militar, explica que fue herido la noche anterior en Alepo mientras combatía al ejército del régimen.

Formó parte de la ofensiva que tenía como objetivo expulsar al ejército de la región norteña de Siria que va de Alepo a la frontera turca, unos 60 kilómetros en línea recta. Con su negra y bien perfilada barba, explica como la escuela de Al-Bab fue asediada durante diez días con el fin de expulsar el último reducto gubernamental de un territorio ahora controlado por el Ejército Sirio Libre (ESL).

A través de Ammar, que hace de traductor, explica como su 'katiba' —falange o brigada— rodeó la escuela y forzó el repliegue del adversario. El 31 de julio, unos 300 soldados del ejército abandonaron la base ante la imposibilidad de los helicópteros de acercarse a la escuela para suministrar material y alimentos.

“Los atacamos mientras retrocedían por la única vía libre que tenían y capturamos unos cien soldados” relata mientras entra en uno de los edificios de la escuela con sus paredes ennegrecidas, cristales rotos y papeles y latas de conserva por el suelo.

Samaan fue uno de los cien. Herido en la pierna por un disparo mientras intentaban salir de la ciudad junto a los demás.Capturado por los rebeldes, lo trasladaron al cuartel general del ESL en la ciudad, un edificio que antes servía como departamento de educación para esta localidad, cuya población ronda los 60.000 habitantes. Tanque en Azaz, SiriaTodavía convaleciente durante el mes de agosto, yacía sobre una mesa de madera situada en la sala que alberga la biblioteca y que está situada en el sótano del edificio.

“A los prisioneros los sometemos a un Consejo islámico que los juzgará respecto a los crímenes cometidos”, responde uno de los líderes del ESL en Al-Bab, Abdelatif Osman. Está sentado detrás del escritorio usado por el director del centro. Una veintena de sillas se alinean en las paredes de la sala, todas ellas ocupadas por miembros del ESL. Ninguna de las reuniones con miembros de la insurgencia se hará a solas, y más si tiene lugar en alguno de sus cuarteles.

Cada brigada “improvisa una prisión y compone un Consejo islámico que juzgará a los prisioneros. Si han matado o han herido a los civiles” continúa Osman “serán juzgados por sus crímenes de manera proporcional”. No niega ni afirma que pueden ser ejecutados. Ammar, que hace de traductor durante la visita a Al-Bab, asiente con la cabeza ya en el coche, cuando se le pregunta sobre la posibilidad de que los prisioneros sean ejecutados.

A los que no son acusados de ningún crimen y que no han cometido ningún delito de sangre, les dan la opción de unirse a los insurgentes o bien los dejan en libertad. Osman afirma que en caso de que no decidan formar parte del ESL, se les prohíbe abandonar la ciudad ante la posibilidad que alcanzan el territorio sirio bajo control del régimen y pasen información o vuelvan al ejército.

Si bien los líderes del ESL intentan convencer a la opinión pública internacional que respetan los derechos de los prisioneros dentro del marco de la convención de Ginebra, los insurgentes han cometido ejecuciones sumarias y torturado a algunos de los detenidos; al menos así lo muestran vídeos difundidos en youtube. Unos periodistas que durmieron en el cuartel general del ESL en Alepo explicaban como, durante toda la noche, escucharon los gritos que provenían de la habitación contigua a la que estaban.Y un reportaje del New York Times, publicado el 20 de agosto, relata como una brigada insurgente intentaba utilizar a un prisionero como 'suicida' para cometer un atentado.

“No tengo miedo a morir” dice Samaan, de 21 años. Frontera turco-siriaCon voz quebrada y ojos perdidos que se cruzan sin prestar atención con la decena de personas presentes, da la impresión de no importarle mucho lo que pueda suceder. “Lo que tenga que pasar, pasará, yo no le tengo miedo a la decisión de la junta porque sé que no he matado a nadie”, afirma fatalista este antiguo empleado de una planta de plástico y que se unió al Ejército hace 15 meses. Es decir, al comienzo de la revuelta contra el régimen de Bashar Asad.

Desertores

Los prisioneros no son los únicos soldados que han combatido a los insurgentes a favor del régimen. Entre los que luchan bajo el paraguas del ESL hay muchos desertores que han logrado escapar de sus cuarteles o bien de las zonas de combate y han alcanzado el territorio controlado por los opositores. Khalil Ibrahim y Multabir Omar tienen 21 años cada uno pero, a diferencia de Samaan, se encuentran en territorio rebelde después de haber abandonado el ejército. Se beneficiaron de una misión de su batallón en Al-Bab para escapar. Ahora forman parte del ELS.

“Cuando entramos en el ejército, lo que queríamos era servir a nuestra nación y no matar”, dice Khalil, conductor de tanques. Cambió de opinión sobre la institución que mantiene al régimen en el poder tras ver cosas “anormales” durante el conflicto que ha sacudido a Siria durante dieciséis meses.

Él y su amigo citan la mala relación entre oficiales y soldados, el bombardeo de la población civil o la sensación de que el ejército es una “prisión” de donde es difícil escapar. Omar dijo que vio a dos soldados recibir un disparo cuando intentaban huir de una de las casernas militares en donde se alojaban. Uno de ellos murió en el acto. El otro fue herido en una pierna, arrestado por oficiales y ya nunca más se supo de él.

A los soldados sospechosos de querer desertar se los coloca en la línea del frente, explican ambos. Son los más propensos a morir, y si tratan de escapar, son abatidos por sus compañeros de la segunda línea, explican sentados en la gran sala donde están todos reunidos. Si a pesar de que “un gran número” de las tentativas de deserción son exitosas, “el ejército sirio sigue siendo todopoderoso en comparación con sus rivales”.

En este territorio controlado por los rebeldes desde finales de julio y que les abrió las puertas de la frontera turca, el poder del ejército se percibe a través del aire. Las incursiones de los cazas y de los helicópteros son habituales. También el lanzamiento de cohetes de corta distancia desde una base aérea.

Al atardecer, se puede seguir la trayectoria de los cohetes mientras queman combustible; se les ve desaparecer tras alcanzar su punto más alto y unos segundo después se oye la explosión. Una sola de estas detonaciones arrasó una manzana y causó la muerte de 40 persones en la ciudad de Azaz a mediados del mes de agosto.Ruinas en Azaz, Siria

En esta ciudad, Azaz, la más próxima a la frontera turca, la población comenzaba a volver tras los duros combates durante los que fue bombardeada. En el mes de julio, los rebeldes y el ejército se enfrentaron sin cuartel en esta ciudad. Los combates se centraron en una de las escuelas, que suelen ser utilizadas por ambos bandos como base, y en los alrededores de la mezquita.El 90% de su población había abandonado la ciudad, conocida por acoger una población favorable al régimen.

Unión rebelde

La reorganización de las diferentes brigadas del norte del país fue el principal detonante que permitió al ESL conquistar el terreno que separa Alepo de la frontera. La mayoría de las brigadas se unió bajo el paraguas de la 'katiba' Tawhid y aceptaron un mando único para todas ellas.

Se calcula que Tawhid, encargada de luchar en Alepo, está compuesta por unos 8.000 insurgentes. Se caracteriza por la heterogeneidad de las brigadas que la componen: en ella hay desde las que se consideran laicos hasta las que se definen abiertamente como yihadista, y que cuentan con combatientes extranjeros en sus filas.

El capitán Mohamed Hamadin es el fundador y líder de la brigada Ahrar al-Shamal, la más importante de las que componen Tawhid. Desertó del ejército tras pasar un tiempo en prisión por negarse a disparar a manifestantes. “Perdón por mi inglés” se excusa mientras conduce a toda velocidad y por una carretera bacheada un coche de gama alta cuyo antiguo propietario era el jefe de los servicios secretos en la región. “Entré que no lo he practicado y los golpes que me dieron en la cárcel he olvidado como hablarlo”, explica Hamadin, uno de los líderes rebeldes más respetado por los combatientes.

Hamadin presenta unos discursos “desprovistos de contenido ideológico y de referencias personales”, afirma un estudio sobre la organización militar de los insurgentes, publicado por el norteamericano Institute for the Study of War (ISW). En ellos siempre ha defendido que el primer objetivo de su brigada es el de proteger a los civiles del norte de Alepo, “sin tener en cuenta su filiación étnica o religiosa”, y ha oficializado el laicismo de su brigada.

Esta 'katiba' laica combate ahora junto a la yihadista Yabhat el-Nosra. Niños en Azaz, SiriaSin ser la más numeros de las organizaciones salafistas, sí que es la más conocida. Una de sus primeras acciones fue una serie de atentados en Damasco un mes después de anunciar su formación. Con tan solo 300 hombres, la brigada es admirada por muchos combatientes del ESL “por su ferocidad y falta de miedo”.

Si durante los primeros seis meses actuó por libre en diferentes regiones del país, en Alepo se colocó junto a las otras brigadas bajo el paraguas del ESL. Algunos de sus miembros provienen de Marruecos, Líbia, Túnez o Líbano.También cuenta con sirios que han luchado en Iraq o Libia.

Si bien la presencia yihadista sigue siendo minoritaria, su importancia es proporcional al éxito de sus ataques, muchos de ellos en forma de atentados y emboscadas. Y a diferencia de otras brigadas, ha atacado directamente a la población civil que apoya al régimen, mayoritariamente los alawíes, explica Aron Lund en el estudio 'Syrian Jihadism', publicado por el Swedish Institute for International Affairs. En un serie de vídeos, se han apresurado a desmentir las acusaciones de utilizar una estrategia yihadista al estilo de la utilizada en Iraq, que se caracterizaba por ataques indiscriminados a la población civil o masacres sectarias.

Pero la mayoría de combatientes insurgentes que actúan bajo el paraguas del ESL en la región del norte son civiles que han pasado por el ejército o desertores. Y para ser aceptado en muchos de estos regimientos, es necesario presentarse con un arma o comprar una al ESL. A pesar del tráfico de armas que fluye hacia Siria a través de sus porosas fronteras es cada vez más importante: los rebeldes piden más armas y que sean más eficientes contra la aviación.

Muchos de estos insurgentes dicen desear el fin de la violencia, pero han llegado “a un punto de no retorno” afirma Ahmad Khatib, 25 años y de paternidad recién estrenada. “Decidí luchar contra Asad tras ver la represión en las manifestaciones”, explica este antiguo dependiente en uno de los supermercados que Carrefour tenía en Alepo.

De carácter más introspectivo que algunos de sus compañeros de armas, muestra los dibujos pintados por él en el muro que rodea la escuela qutilizada como base por su brigada. “Lo que quiero es que caiga Bashar y después continuar con mi vida, ¡inchalá!”