Apóyanos

Publicidad
Cuentos Populares Bereberes Defensa Siciliana El caos que viene

Isabel Navarro
Isabel Navarro
[Madrid · Abr 2010]
IRÁN  entrevista Azar Nafisi | Escritora iraní«Pensar que lo democrático es occidental es un prejuicio»

Azar Nafisi

La autora de Leer Lolita en Teherán vuelve al escenario de su primer novela con un libro tan honesto como conmovedor, Cosas que he callado (Duomo), unas memorias donde indaga en su propia biografía para hacer una crónica de los años convulsos, anteriores y posteriores a la Revolución Islámica, entretejida con su propia historia personal.

Nacida en el seno de una familia elitista iraní, hija de un intelectual que llegó a convertirse en alcalde de Teherán, y de una mujer brillante y frustrada, con la que mantuvo una relación de amor-odio, Azar Nafisi habla, y no calla, sobre los abusos que sufrió en su infancia, la cárcel de su padre, su fallido primer matrimonio a los 16 años, su etapa revolucionaria en la universidad americana, su segundo marido y su regreso esperanzado a Irán tras la revolución, donde encontró un país represivo y sumido en el miedo. Entonces como hoy, la literatura volverá a ser su única bandera, el universo paralelo donde encontrará todas las respuestas sobre el ser humano y sobre sí misma. Cosas que he callado nos cuenta qué pasó antes y después de Leer Lolita en Teherán y cómo Azar Nafisi llegó a convertirse en quien es, en contra de todos los que quisieron moldearla o amordazarla.

En el mundo anglosajón tiene mucho prestigio la confesión pública, pero en las culturas mediterráneas y orientales "la ropa se lava en casa". ¿Al escribir estas memorias era consciente de estar cometiendo una transgresión?
Totalmente. De hecho, creo que escribir este libro ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida. Quería escribir acerca de la vida personal, pero no desde un punto de vista sensacionalista o escabroso. Tuve muchos conflictos conmigo misma, pero siempre he sabido que escribir tiene que ver con romper límites y, en cierto sentido, este libro es una repuesta a mi propio censor interior.

Antes de exiliarse en Estados Unidos, durante el tiempo que vivió bajo el régimen islámico, ¿cuál fue su transgresión favorita?
¡Dios, había tantas! Es difícil elegir una porque en la República Islámica, como mujer, el mero hecho de ser tú misma ya era una transgresión. Cada vez que salía a la calle en Teherán mostrando algo de pelo bajo el chador era feliz. Cada vez que decía lo que supuestamente no debía decir o cada vez que enseñaba en la universidad a los autores prohibidos estaba siendo transgresora y era feliz.«Escribir tiene que ver con romper límites, y este libro es una repuesta a mi propio censor interior» El día que por fin decidí divorciarme de mi primer marido también cometí una transgresión, pero esta vez contra mí misma. Me negué a que un hombre o una dictadura intentaran moldearme y empecé a ir en contra de todo, como si cada momento de mi vida fuera una lucha. Fue muy duro, pero así fue como conseguí salvar mi identidad individual.

¿Cómo se sentía dentro de un chador?
Para mí, la cuestión del velo se convirtió en algo opresivo cuando el estado forzó a todas las mujeres a que lo vistieran. Con toda seguridad, si las mujeres pudieran elegir, unas elegirían llevar velo y otras quitárselo. Es una cuestión de libertad y de cómo la gente quiere vivir su vida, más allá de la religión.

Cuenta en su libro que el régimen islámico exigió a las mujeres que habían sido diputadas, como su madre, que devolvieran todo el dinero de su salario. Me sorprende hasta qué punto era una cuestión ideológica robárselo todo a las mujeres, incluso de una manera retroactiva, porque a los diputados varones no se lo pidieron…
Ellos llegaron en nombre del pueblo, pero desde el primer momento se dedicaron a robar, así que la gente que era rica perdió lo que tenía pero los que eran pobres se hicieron todavía más pobres. Nos robaron lo material y nos robaron el espíritu, que es mucho peor, pero mi madre fue siempre una mujer muy luchadora. Ella decía: "Mi familia ha estado en este país durante más de 600 años, así que nadie se atreva a decirme a mí cómo ser una buena iraní o una buena musulmana". Y lo pregonaba en todas partes, en los taxis, en las tiendas… A veces cuando salía de casa decía dramáticamente: "No sé si volveré, puede que esta vez me detengan". Era una bomba de relojería. Azar Nafisi

La relación con su madre atraviesa todo el libro, primero con reproches y al final con reconocimiento. ¿Qué aprendió sobre ella y sobre sí misma en el proceso de escritura?
Mucha gente piensa que el escritor tiene un plan y sabe lo que va a decir, pero eso es imposible. A través de este libro yo aprendí a empatizar mucho más con mi madre, una mujer inteligente y capaz que nunca tuvo la oportunidad de demostrarlo, que perdió a su madre con 3 años y a su primer marido con 19, una mujer que a lo largo de toda su vida trató de hacerme independiente… y lo logró. Escribir, como leer, te ayuda a descubrir muchas cosas acerca del mundo y de ti misma que antes no sabías.

Cuando la leo a usted o a Marjane Satrapi, autora de Perpépolis, siempre pienso que su estilo y su universo son muy occidentales. ¿Por qué ocurre? ¿Tiene que ver con exilio o ya era así antes de salir de su país?
Pensar que lo democrático es sinónimo de occidental es un prejuicio. No sólo los problemas entre madres e hijas son universales, a ninguna mujer le gusta ser castigada y golpeada y a ninguna niña le gusta casarse con 10 o 12 años, eso no es una cuestión cultural. Las mujeres en Irán consiguieron el derecho al voto en 1963, mientras en Suiza lo lograron en 1974. Así que cuando miramos hacia la historia sin prejuicios nos damos cuenta de que occidente no ha sido tan libre como nos quieren hacer creer, ni oriente ha sido tan represiva como a mucha gente le gusta decir en estos momentos. «El pueblo ha sido violado por el régimen islámico de la misma manera en que Humbert violaba a Lolita»

Y su fascinación por Nabokov, el autor de Lolita, ¿de dónde le viene?
Con 21 años me sentía como una exiliada en mi propio país y me encontré con Nabokov. He sido una lectora muy promiscua y Nabokov sencillamente ocurrió en el momento adecuado. Además, la manera en que Humbert toma posesión de Lolita me recuerda mucho al modo en que el régimen islámico impuso su propia imagen a sus ciudadanos, robando su identidad y su capacidad para expresarse. Desde entonces el pueblo ha sido violado de la misma manera en que Humbert violaba a Lolita.Azar Nafisi

¿Al leer sobre su infancia pensé que los abusos que sufrió de niña tendrían algo que ver con su devoción por Lolita.
Tal vez sí, pero de una manera inconsciente, porque cuando leí el libro por primera vez no podía dejar de llorar por Lolita cuando, probablemente, estaba llorando por mí misma. Tuve muchas dudas sobre si debía hablar abiertamente en el libro sobre el tema de los abusos y me esforcé por no hacer de ese pasaje algo sensacionalista, pero este libro es sobre las cosas que he callado a lo largo de mi vida y pensé que todo aquello de lo que no se habla, no existe, así que ya era hora de hablar de lo que a mí me pasó, una historia tan común en Irán, en Estados Unidos o en España como en China. Los niños que lo están sufriendo no lo van a contar porque están indefensos y están convencidos de que nadie les creerá, así que no podía callarme.

Cuando nos despedimos, me fijo en uno de sus anillos, de fantasía, con tres piedras engarzadas y le digo que me encanta, porque me parece que le da un toque extravagante. Azar (que significa fuego) se ríe y me confiesa que era de su madre, "de hecho los hacía ella misma, y yo siempre me metía con ella porque me parecían ridículos, pero cuando empecé a escribir este libro me puse el anillo y aún no me lo he quitado: me recuerda lo equivocada que puedo llegar a estar en la vida y me hace sentir su presencia. No importa lo viejas que nos hagamos o los hijos que tengamos ¿verdad?, nunca dejamos de ser las hijas de nuestra madre". Sin duda.