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El caos que viene

Liman
Adrián Mac Liman
[Julio 2006]
Palestina  columna 

La odisea del soldado Shalit

La mortífera 'Lluvia de verano' deja caer sus proyectiles sobre la Franja de Gaza. Los objetivos: puentes, centrales eléctricas, universidades, edificios públicos, playas… Demasiados blancos, demasiadas bajas 'colaterales', demasiada destrucción indiscriminada, teniendo en cuenta que el operativo 'Lluvia de verano' fue desencadenado, al menos aparentemente, para salvar la vida de un joven cabo de ejército israelí, secuestrado hace un par de semanas por un comando de Hamás.

"Liberad al soldado Shalit" fue el lema y estribillo del 'establishment' de Tel Aviv a la hora de planear la reocupación de Gaza. Pero, ¿de verdad hacía falta semejante despliegue de tropas y carros de combate para rescatar al militar capturado?

La odisea del soldado Shalit recuerda, curiosamente, el primer secuestro llevado a cabo por la resistencia islámica tras la creación, hace más de una década, de la Autoridad Nacional Palestina (ANP).  En octubre de 1994, los militantes de Hamás capturaron al soldado Wachsman, ciudadano estadounidense que se convirtió en la primera víctima del mal llamado 'proceso de paz' israelo-palestino.

Wachsman fue localizado por los servicios de inteligencia hebreos a escasos metros de la comandancia del Tsahal (ejército israelí) en Cisjordania. "Israel tiene que ser la mayor potencia militar existente entre Bakú y Casablanca"Sus secuestradores lo mataron al detectar la presencia de los comandos especiales del ejército judío en las inmediaciones del ingenioso escondite. La madre del soldado Wachsman no dudó en denunciar, a través de los medios de comunicación, la hipocresía de la clase política israelí. "Negociad con Hamás, al igual que negociasteis con la OLP y Hizbulá; basta de tanto sacrificio", advierte Esther Wachsman.

Sin embargo, la plana mayor del gobierno prefiere escudarse en la tesis defendida tanto por los 'halcones' de Kadima como por sus congéneres socialdemócratas, que se resume en la sorprendente frase pronunciada por uno de los barones del laborismo, Efraín Sneh, ex administrador civil (léase gobernador militar) de los territorios palestinos: "Israel tiene que ser la mayor potencia militar existente entre Bakú y Casablanca".

La odisea del soldado Shalit pone en tela de juicio algunos tabúes de la sociedad israelí. Muchos de los ciudadanos del Estado judío cuestionan la política del Gabinete Olmert, las decisiones adoptadas por un Gobierno de coalición que se dedica a desmantelar las ya de por sí frágiles estructuras de un hipotético Estado palestino. Los políticos se convierten en meros rehenes del estamento castrense israelí Por su parte, los medios de comunicación censuran la torpeza de un primer ministro "cínico, frío e insensible", de un Ejecutivo que "no está a la altura de los acontecimientos". Mientras los radicales de Kadima tratan de estar en sintonía con los neoconservadores de Washington, el tándem laborista Peres-Peretz se convierte en mero rehén del estamento castrense, liderado por el general Shaúl Mofaz, un militar que ha perdido el rumbo.

Resulta sumamente difícil exigir a los pobladores de Israel que hagan un examen de conciencia en estos momentos de crisis. De todos modos, sería erróneo considerar que las reacciones de la sociedad traumatizada ilustran el verdadero estado de ánimo de un pueblo que desconoce el significado de la palabra paz. La mayoría de los israelíes confiesa que sueña con descubrir el estado de no beligerancia; la mayoría de los sociólogos advierte que la unidad y la cohesión del Estado judío depende del miedo generado por la amenaza colectiva.

La odisea del soldado Shalit constituye, pues, una especie de nexo de unión, de catalizador que proyecta el miedo a los viejos fantasmas: Bin Laden, Arafat, Autoridad Nacional Palestina, Hamás, Siria… Son éstos vocablos que provocan escalofríos, amenazas que unen….