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Iriarte
Daniel Iriarte
[Sofia · Julio 2007]
Libia  reportaje 

La reforma inevitable


seifelislam gaddafi Tras décadas de aislamiento, Libia se abre al mundo: establece relaciones diplomáticas con Estados Unidos, se involucra con más fuerza en la política africana y, sobre todo, amplía el acceso a sus yacimientos de petróleo, codiciados por empresas en todo el mundo.

“Puedo decírtelo, nadie será ejecutado”, declaró Seifelislam, el hijo de Gaddafi, el pasado enero en referencia al caso de las enfermeras búlgaras y el médico palestino acusados de infectar a 426 niños con el virus del sida.

“El tribunal que juzgó a los médicos era absolutamente independiente, pero los veredictos no fueron justos. Los expedientes originales fueron manipulados y hubo muchos errores, pero fue culpa de los investigadores que llevaron el caso en la fase inicial”, apuntó, indicando que toda solución debería contar con la opinión de los familiares de los niños afectados. Así ha sido: las familias han aceptado una compensación de un millón de dólares por niño a cambio de la renuncia a la ejecución, lo que ha permitido la superación parcial de la crisis.

El sociólogo Anthony Giddens (el teórico de la Tercera Vía del gobierno laborista de Tony Blair), quien el pasado marzo visitó Libia, ha señalado que gran parte del problema en esta cuestión era el tribalismo: “Las tribus de Bengasi —de donde son los niños infectados con sida— son muy influyentes, y suponen una amenaza para Gaddafi que, además, procede de una tribu pequeña y poco importante. Así que ha tenido que dar un castigo ejemplar”, escribe. Ambas declaraciones ponen de manifiesto hasta qué punto las presiones derivadas del caso han hecho peligrar una apertura que viene fraguándose en Libia desde los últimos siete años.

Aislado de la escena internacional por su apoyo a organizaciones armadas como el grupo palestino Abu Nidal, el IRA o ETA y sometido a un régimen de sanciones por su presunta implicación en el atentado de Lockerbie en 1988, el país norteafricano inició tras el 11-S un tímido repliegue en su posicionamiento, aceptando entregar a la justicia británica a los sospechosos de dicho atentado y suministrando a los EE.UU. toda la información que los servicios secretos libios tenían sobre Al Qaeda. Esta cooperación culminó en el levantamiento del embargo y la retirada, el año pasado, del nombre de Libia en la lista de países patrocinadores del terrorismo.

Estados Unidos acaba de nombrar un embajador en Libia, 27 años después de la ruptura de las relaciones diplomáticas

“Es hora de que Libia se abra al mundo. Libia es parte de un planeta en el que prevalece la globalización, algo contra lo que no se puede luchar”, dijo Muammar El Gaddafi, presidente del país, durante las celebraciones del decimotercer aniversario de la proclamación de la Yamahiriya o “Gobierno de las Masas” (el sistema político en el que se basa, sobre el papel, el estado libio). “Desde ese punto de vista pragmático Libia ha mejorado sus relaciones con Occidente”, añadió.

En los últimos meses, las visitas de Tony Blair y de Cécilia Sarkozy, así como la prevista visita del marido de ésta, el propio presidente francés, han supuesto un gran espaldarazo diplomático para el régimen del coronel libio. El pasado 13 de julio, Estados Unidos nombró a Gene Cretz embajador en este país, el primero desde la ruptura de relaciones diplomáticas entre ambos estados en 1980.

Carrera por el petróleo

Este renovado interés por Libia se deriva de su importancia económica, así como de su actual papel de mediador en los conflictos africanos. Medidas como la imposición de visado para todos los ciudadanos de los países árabes o la no participación en la última cumbre de la Liga Árabe de marzo parecen indicar la sustitución de la ideología panarabista por una mayor proyección en África. En los últimos meses, Muammar Gaddafi ha visitado capitales como Agadez, en Níger (para inaugurar un aeropuerto construido con fondos libios), Dakar o Bamako, donde ha relanzado su idea de los Estados Unidos de África.

Las reservas de crudo de este país se estiman en 42.000 millones de barriles. El petróleo supone el 95 % de las exportaciones libias y el 70 % del PIB, con una producción de 1,6 millones de barriles diarios. Tras la eliminación del embargo en 2003, la carrera por las concesiones se ha puesto en marcha.pozo petróleo saharara

“Esto es como la quimera del oro negro. Nosotros lo organizamos como unos juegos olímpicos, y que gane el mejor”, afirma Chokri Ghanem, presidente de la compañía nacional del petróleo, la NOC. “Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia, Francia, Rusia, China, Taiwán, India, Argelia, Indonesia, España, Canadá...”, dice, enumerando los países que pujan por los contratos petrolíferos, a pesar de que Libia ofrece sólo el 7% de participación en los beneficios (el 93% restante va a parar al estado libio).

Pero la inversión extranjera no deja de crecer: en mayo, Trípoli firmó un acuerdo de 900 millones de dólares con la compañía británica BP para la explotación de hidrocarburos, y a principios de este mismo mes ha lanzado un paquete de ofertas de explotación de 41 grandes bolsas de gas natural en la costa y en el sur del país. La española Repsol-YPF es actualmente la primera compañía privada de Libia en producción de petróleo, con una producción de 250.000 barriles al día. El pasado febrero esta firma descubrió en la Cuenca del Murzuq el mayor campo petrolífero en la historia de Libia, con un potencial de 474 millones de barriles.

Gaddafi desconfía

Sin embargo, la apertura económica no está exenta de problemas. Hace pocos meses, Gaddafi declaró que un sistema de libre mercado basado en la competencia “se asemeja más al juego de apuestas que a otra cosa” e instó a los libios a “alejarse de esa política perniciosa que sólo le sirve a los especuladores que buscan enriquecerse haciendo que el mundo importe de ellos todos sus productos”. Según el profesor Abdelmomen El-Lafi, del Centro Cultural Libio de Buenos Aires, “estas declaraciones tienen como objetivo evitar las consecuencias desastrosas de un neoliberalismo salvaje”. muammar gaddafiPara El-Lafi, Gaddafi está obligado a la reforma económica, de la que sin embargo desconfía profundamente.

El principal adalid de esta reforma es el propio hijo del coronel, Seifelislam, presidente de la Fundación Gaddafi para el Desarrollo, partidario del libre mercado y que incluso se ha permitido criticar en sus discursos la teoría de la Yamahiriya (el “Sistema de masas”) enunciada en el Libro Verde, el fundamento teórico del estado libio. “Es un sistema que perdió credibilidad y demostró su fracaso”, declaró hace meses, arrostrando por igual críticas y aplausos desde las propias filas del régimen.

“¿Existe realmente un poder popular en Libia? ¿Cómo pueden ser falsificadas las decisiones en nombre del pueblo, encarcelar personas a las que se les maltrata en nombre del pueblo y pensar que estamos viviendo en el paraíso? ¿De qué paraíso estamos hablando si no tenemos infraestructuras y las sociedades públicas están administradas por directores generales que actúan como si éstas fuesen de su propiedad personal?”, dijo en un duro discurso en el que puso de manifiesto la corrupción existente en el sector público. “El régimen democrático con el que soñamos no existe en Libia”, sentenció.

El país está llevando a cabo una tibia apertura al turismo, frenada por la falta de infraestructuras. “No le hace falta: con el petróleo tiene de sobra”, indica Juan Bosch, un español residente en Egipto que viaja a menudo a Libia por negocios. Reporteros Sin Fronteras califica la situación actual de período de “distensión”. En los últimos tres años se han permitido las visitas de organizaciones como Amnistía Internacional, Human Rights Watch y RSF.

El acceso a internet es libre y no existe el bloqueo de páginas determinadas, pero, según RSF, la red está vigilada. “Podemos criticar a Dios, pero no a Gaddafi”, comenta un anónimo periodista reseñado en un informe de esta organización. En 2005, el periodista Abderrazaq Mansouri fue condenado a 18 meses de cárcel por sus artículos críticos en la web akbar-lybia.com. Según declaró recientemente Gaddafi, “la prensa es propiedad de la comunidad, y no de una compañía que refleje la opinión de sus propietarios”.

A pesar de los esfuerzos de organizaciones como la liderada por Seifelislam en materia de derechos humanos, se sigue aplicando la pena de muerte y encarcelando a disidentes políticos. Es posible, pero no seguro, que el hijo de Gaddafi, Seifelislam, se convierta en el sucesor de su padre Además, en marzo, el gobierno libio prohibió a todas las mujeres menores de cuarenta años viajar solas al extranjero, una medida muy mal acogida en casi todos los sectores de la sociedad.

En este contexto se plantea la posible sucesión de Gaddafi por su propio hijo. “Algunos lo desean, pero hay mucha gente en Libia que no quiere a Seifelislam. Es evidente que su discurso tiene fuerza y arraiga en determinados sectores, pero no se sabe hasta qué punto tiene un poder real detrás que lo sustente. Y hay viejos halcones en el régimen, revolucionarios de la primera hora, que no quieren oír hablar de reforma ni en pintura”, señala Bosch.

En otras ocasiones, el joven se ha mostrado partidario de la instauración de una democracia plena en Libia, algo que él considera viable dado el potencial económico del país, y ha llegado a manifestar que “preferiría ser el primer jefe de Estado electo de Libia que el segundo líder no electo de la Revolución”, aunque, aclaró, haría cualquiera de las dos cosas, en una aceptación implícita de la autoridad de su padre.