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Miera
Marta Miera
[Jerusalén · Feb 2007]
Palestina  reportaje 

El reino de los clanes


Doce meses de bloqueo israelí al gobierno electo de Hamás han facilitado el que las grandes familias, algunas vinculadas al crimen, se hayan convertido en el único poder en Gaza.

Tiroteos, lanzagranadas, morteros, secuestros, decenas de muertos, cientos de heridos... Es la guerra. Pero ya no es el combate de las milicias palestinas contra el ejército ocupante, sino la lucha fratricida entre las propias facciones de Gaza. Algo inimaginable durante décadas, cuando la presencia de los tanques israelíes unía a los palestinos sin que a nadie le importara la afiliación política de su vecino.

La presión de Estados Unidos e Israel sobre el presidente palestino, Mahmud Abás, para que derroque el Gobierno de Hamás ha conducido a una encarnizada y sangrienta contienda entre el movimiento islamista, ganador de las elecciones del año pasado, y las milicias de Fatah, el partido del difunto Yasir Arafat. La guerra civil larvada llevó la semana pasada a la destrucción, por parte de Fatah, de la emblemática universidad islámica de Hamás en Gaza. La venganza puede estallar en cualquier momento, pese a la reunión que Mahmud Abás y el líder de Hamás, Jalid Meshal, exiliado en Damasco, celebraron a finales de enero en La Meca. Según la prensa israelí, ambos dirigentes afirman que pronto habrá un Gobierno consensuado entre ambos partidos, una promesa tantas veces reiterada que pocos se entregan ahora a la esperanza.

Mientras tanto, Gaza sigue siendo una ciudad sin ley. Escuelas y tiendas han permanecido cerradas durante semanas. La gente no sale de sus casas. Avenidas cortadas con contenedores de basura y francotiradores encapuchados en los principales edificios son el decorado de la enésima tregua.
Pero la lucha entre Fatah y Hamás, entre el partido laico que durante décadas ostentaba el monopolio del poder y el movimiento integrista crecido como la espuma, sólo es la capa más visible de la realidad. Por debajo de la división ideológica hay un laberinto de bloques de poder, relaciones familiares y redes criminales. Ya no son los partidos quienes controlan Gaza sino las grandes familias Los secuestros de extranjeros —pero también, y con mucha mayor frecuencia, de palestinos— son un fenómeno cada vez más habitual. Los motivos son dispares: sumas de rescate, el cobro de salarios atrasados durante meses, la liberación de un familiar detenido o un ajuste de cuentas entre familias. O una simple e insaciable sed de venganza.

Ya no son los partidos quienes controlan el terreno. En los últimos años, las facciones se han debilitado y han ido cediendo el control a las ‘hamulas’, las grandes familias de la franja de Gaza.

El poder que los clanes ejercen en los territorios palestinos no es nuevo. Ya en 1994, cuando Yasir Arafat regresó a Gaza al frente de la Autoridad Nacional Palestina, dejó campo libre a las ‘hamulas’. Desde entonces existe una legislación oficial sobre el papel y otra ley, la de los clanes, que soluciona los problemas del día a día de la población. Con los años, estas poderosas familias están cada vez más presentes en las filas de las fuerzas de seguridad y los partidos, lo que les proporciona un extraordinario acceso a armas, dinero, cargos e influencia.

La familias poderosas están cada vez más presentes en las milicias

Un ejemplo del creciente poder tribal en la franja es el clan de los Dagmush, una poderosa familia que vive al norte de la ciudad de Gaza y que es sospechosa de orquestar los secuestros de varios occidentales, todos liberados al cabo de horas o días. Tiene vínculos con el mundo criminal y con diversas facciones de milicianos, incluido Hamás.

“En mi vida diaria lo importante es mi seguridad personal y no me siento seguro saliendo a la calle. Ahora los clanes o facciones se asesinan unos a otros sin hacer preguntas. Antes esto no pasaba. La vida en Gaza ya no tiene precio”, explica Maher Safi, un palestino de unos 45 años, empleado de Naciones Unidas.

Crimen sin castigo

El bloqueo del Gobierno de Hamás —incapaz de pagar siquiera los sueldos de sus funcionarios debido a la retención ilegal, en Israel, de sus ingresos de aduanas y el cese de las ayudas europeas— hace que la gente se dirija cada vez más al ‘mujtar’ o jefe de alguna de las grandes familias para buscar ayuda. Los secuestros son casi diarios y los culpables nunca son condenados El cargo de ‘mujtar’, similar al del juez de paz, ha sobrevivido desde los días del Imperio Otomano, aunque con un poder apenas simbólico tras la constitución de los estados modernos. Ahora revive con fuerza: ya no hay Estado en Gaza. Las instituciones jurídicas no funcionan y los criminales no son juzgados. Las poderosas familias administran a su antojo la ley.

“Los secuestros continúan porque los culpables nunca son condenados. Se matan y se secuestran los unos a los otros y no hay castigos ni juicios. Nadie aplica la ley porque no existe”, sentencia Safi. Según él, muchos de los secuestros que se llevan a cabo son perpetrados por “las grandes familias tradicionales, que se apoyan las unas a las otras. Son criminales muy peligrosos protegidos por Hamás o Fatah”. Añade que, en los últimos meses, se han robado media docena de coches de Naciones Unidas, algo impensable hace un año.Esquela de Al Aqsa

“Te paran el coche, se suben contigo y al cabo de unos metros te sacan una pistola y te echan del vehículo. Los secuestros ahora son casi diarios. Hace cuatro meses secuestraron a un amigo mío, un miembro de la familia Sabra. Todavía no ha sido liberado. Nadie hace nada para soltarlo”, se exaspera Maher Safi.

Otra de las grandes familias es la de Abu Amra. Durante la guerra de 1948, muchos miembros de este clan beduino se vieron obligados a abandonar Israel e instalarse en la franja de Gaza. Hasta la década de los noventa, la familia se dedicó al comercio de ganado, la agricultura y la recogida de basura con carros tirados por burros, convirtiéndose en una de las diez familias más influyentes del territorio. Cuenta con miles de miembros, la mayoría en la franja de Gaza, y su círculo de influencia incluye el sur de Israel y la península del Sinaí en Egipto. Para los beduinos las fronteras no son más que un accidente geográfico.

Al igual que los Dagmush, muchos de los Abu Amra están vinculados al crimen organizado. El tráfico de armas y el robo de vehículos son sus actividades primordiales. La lucha armada contra Israel es para ellos de importancia secundaria.

Estos clanes se han convertido en la única autoridad para arbitrar en cualquier contencioso. Pero parece que en la actual lucha interna palestina ni siquiera las grandes y respetadas ‘hamulas’ pueden parar la batalla. A no ser que les convenga la pesca en río revuelto.

 Hamás no controla las milicias de Gaza 

¿Hay tregua o no hay tregua? El 25 de noviembre pasado, el presidente palestino Mahmud Abás informó a Israel de que había alcanzado el consenso de todas las facciones palestinas para cesar los ataques a Israel. Tel Aviv se comprometió a no bombardear la región si los milicianos abandonaban el lanzamiento de cohetes artesanales ‘qasam’ desde este territorio. En realidad, el alto el fuego sólo ha disminuido la intensidad de los disparos: las facciones palestinas, muchas veces en respuesta a las operaciones militares en Cisjordania —donde la tregua no se aplica— han seguido lanzando sus cohetes contra localidades israelíes cercanas a Gaza, causando algún que otro herido. Una prueba de que el círculo de venganzas que se vive sobre el terreno no respeta los acuerdos políticos de los dirigentes. Y éstos no tienen poder suficiente para imponer sus resoluciones sobre sus seguidores.

Ni Abás tiene control sobre las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, brazo armado de Fatah, ni Hamás domina su propia milicia, las Brigadas de Azedín Al Qasam. Y van por libre Yihad Islámica, cuyos líderes residen en Damasco, y las Brigadas de Salahudin, parte de los Comités de Resistencia Popular, creados en 2000 por un disidente de Fatah, que acogen a personas de diversas afiliaciones políticas. El inesperado atentado suicida perpetrado la semana pasada en la localidad costera de Eilat, en el que murieron tres personas, mostró que Hamás no es capaz de imponerse a quienes ya no confían en la tregua. El Ejército israelí cree que Hamás ha mejorado mucho la eficacia de los cohetes ‘qasam’ . Asegura que el movimiento está acumulando gran cantidad de armas procedentes de Egipto, que entran en Gaza a través de los túneles que los palestinos excavan cerca del paso fronterizo de Rafah.

Algunos dirigentes militares presionan para volver a lanzar una operación militar de envergadura contra Gaza. Cualquier cohete que caiga en Ashkalon —blanco habitual de los lanzamientos— puede ser el pretexto. Eso sí, el viceprimer ministro israelí, Simon Peres, declaró la semana pasada que era mejor esperar: un ataque a Gaza podría unir a las facciones peleadas en contra de Israel. A la vez, el primer ministro, Ehud Olmert, desmintió una sospecha no pronunciada: “No estamos involucrados en los enfrentamientos internos palestinos”, aseguró a su gabinete.
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