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Cuentos Populares Bereberes Defensa Siciliana El caos que viene

Topper Iriarte
Ilya U. Topper /Daniel Iriarte
[Madrid · Jun 2007]
Zona  reportaje 

El imperio se bate en retirada


Entrenamiento Africom Washington renuncia a sus grandes planes en África, donde ha perdido toda credibilidad a causa de una ‘guerra contra el terror’ sucia: ahora nadie quiere albergar el mando central de las fuerzas armadas dedicadas al continente africano.

Africa existe. Y además, importa. Esta convicción empezó a cobrar cuerpo en los últimos años en los despachos del Pentágono. Hasta entonces, en las mentes militares de Washington, África era apenas un anexo de la región comandada desde Europa.

Los mapas cambiarán en próximo 1 de octubre: en esta fecha empezará a funcionar el ‘mando unificado’ Africom, que George W. Bush anunció en febrero del año pasado. Todo el continente, excepto Egipto, pasará a formar parte de una nueva región militar, la más joven de las seis en las que los estrategas estadounidenses dividen el planeta.

La unificación de África, antes coordinado en parte desde el mando europeo —Eucom— y en parte desde el de Oriente Medio —Centcom— y el de Asia Oriental —Pacom— debe servir para reducir la burocracia y “llevar paz y seguridad a los pueblos de África y promover nuestras metas de desarrollo en salud, educación, democracia y crecimiento económico”, en palabras de Bush. Pero aparte de estos nobles objetivos, la iniciativa de Africom parecía compensar la continua pérdida de influencia del imperio norteamericano en el mundo.

El número de bases militares se va reduciendo desde hace años: si las instalaciones de Filipinas y Panamá se cerraron en los noventa, Uzbekistán dio el portazo en 2005 y el presidente de Ecuador, Rafael Correa, ha anunciado que no prorrogará el contrato de la base de Manta —el único puerto franco de la marina estadounidense en el subcontinente sudamericano— cuando expire en 2009. A no ser que Washington “permita poner una base ecuatoriana en Miami”, añadió, en una clara muestra de que las tornas han cambiado: ya nadie quiere jugar a la guerra con los marines.

Apenas mejor parado sale Estados Unidos en Europa. El Pentágono mantiene unos 100.000 soldados en el Viejo Continente, sobre todo en Alemania —donde hay más de 60.000—, Italia e Inglaterra, junto a aviones, barcos, unidades de espionaje... Pero la ‘guerra contra el terror’ y el uso de las bases para vuelos de la CIA y secuestros han hecho saltar las alarmas entre jueces y diputados. E incluso entre los propios mandos: hay un coronel—aparte de 25 agentes de la CIA— en búsqueda y captura en Italia por el secuestro de un islamista en 2003. Alemania busca otros 13 espías.Entrenamiento en Marruecos

Apoyo en el este

El antiguo bloque comunista ha sido muy receptivo a la hora de permitir el uso conjunto de aeropuertos. En 2005 y 2006, Rumanía y Bulgaria firmaron acuerdos militares con Washington. Pero no está claro cuánto durará esta luna de miel. Los Gobiernos de Chequia y Polonia se encuentran ya con una firme oposición popular ante los planes de establecer bases para un escudo antimisiles en su territorio.

Pinta mejor el mapa de Asia: desde el fortificado archipiélago de Guam a las Islas Marshall y Micronesia, la flota campa a sus anchas. Japón está sembrado de cuarteles —hay unos 48.000 soldados norteamericanos— y los recientes trabajos de ampliación en las instalaciones de Corea del Sur parecen destinados a convertir el país en el mayor nudo logístico del Pentágono en Asia. También el Golfo Pérsico está bajo control: desde Kuwait hasta Omán, una hilera de bases permite vigilar tanto al enemigo iraní como al aliado saudí.

El imperio se las arregla para mantener su agilidad planetaria. Pese a que la Constitución filipina prohíbe las bases extranjeras, tropas estadounidenses participan en la lucha contra la guerrilla en el sur del archipiélago y desde 2002, una base en Ciudad Zamboanga, en Mindanao, aloja a entre 100 y 500 miembros de las Fuerzas Especiales, oficialmente como parte de ejercicios de entrenamiento. Los soldados, cuando son preguntados, describen sus misiones como “operaciones de guerrilla” o “contrainsurgencia”, no de adiestramiento.

22 % del petróleo que consume Estados Unidos viene ya de África y la proproción seguirá creciendo en los próximos años

Igualmente oscura es la tarea de cuerpos especiales alojados en la base africana de Yibuti, abierta en 2002. También en dos cuarteles etíopes y en un campo en la costa desértica de Kenia hay tropas, que supuestamente intervienen en el conflicto somalí.

Pero Washington aspira a una mayor presencia en África, una región llena de recursos naturales, dominada durante buena parte del siglo por Francia y desde hace poco abierta a la influencia de China, en rápida expansión. Los recientes descubrimientos de petróleo en Mauritania y Ghana han aumentado la curiosidad respecto a un continente que en 2006 ya producía el 22% de todo el petróleo consumido en EE UU.

Las reservas de crudo en el Sahel, la vasta zona semiárida que se extiende de Sudán al Atlántico, se tienen por escasas y poco rentables. “Como mucho hay suficiente para montar una refinería local... un gerente de Total me dijo que hay muchos yacimientos pequeños, pero sólo funciona un pozo de cada nueve; Exxon incluso intenta deshacerse de sus concesiones en Níger” asegura a La Clave el antropólogo británico Jeremy Keenan, de la universidad de Bristol, que estudia el pueblo tuareg desde los años sesenta. “Lo que sí hay es uranio”, añade. Níger es el tercer productor de este metal y extrae casi el 10% de la producción mundial.

Pero la iniciativa Africom, lanzada con tanto redoble de tambores, se está viniendo abajo. Los propios Gobiernos africanos se están cerrando en banda. Marruecos y Argelia, a pesar de mantener excelentes relaciones con Washington, han declinado la oferta de alojar los cuarteles generales de Africom y Sudáfrica, Libia y Botsuana han movido incluso sus hilos Africom en el Saheldiplomáticos para frenar la iniciativa. Nigeria —aliado de Estados Unidos y país clave como proveedor de petróleo— encabeza la resistencia al proyecto.

En palabras del presidente Umaru Yar’Adua, “Nigeria se opone a este tipo de bases en África Occidental y preferiría trabajar por el establecimiento de una fuerza de apoyo militar bajo dirección regional”. “La ayuda es una cosa, una base es otra bastante diferente”, remachó en noviembre.

Salim Lone, columnista keniata, lo resume: “Si los militares empiezan a trabajar con la sociedad civil en salud y educación, África tenderá a pasar todos sus esfuerzos de desarrollo por el filtro del Pentágono, lo que es bastante peligroso. No necesitamos la protección militar de la ayuda en África”.

“No hemos hecho el trabajo demasiado bien”, admitió en mayo el ministro de Defensa norteamericano, Robert Gates. “No deberíamos empujar los Gobiernos africanos hacia donde no quieren ir”. De momento, la ‘legión africana’ operará desde la ciudad alemana de Stuttgart.

Jeremy Keenan cree que “desde un punto de vista militar, Estados Unidos no necesita una gran base en África: es más fácil mover equipo desde la flota en el Atlántico o desde España y basta con tener puntos de apoyo menores para aterrizar y repostar. El asunto del cuartel central es más bien político”. Pero muestra hasta qué punto el continente recela de Africom.

Faltan terroristas

No sorprende: el Pentágono lleva años enviando militares al Sahel. Entre 2002 y 2004 financió la Iniciativa Pansaheliana (PSI) que incluía el entrenamiento de tropas de Mauritania, Níger, Mali y Chad para acorralar a terroristas. En 2005, la Iniciativa Transahariana Antiterrorista (TSCI), tomó el relevo: añadió Marruecos, Argelia, Túnez y Nigeria a la lista de países unidos para combatir el terrorismo en el desierto. El único defecto de la operación, según Jeremy Keenan, es que faltan los terroristas.

Estados Unidos ‘combate’ el terrorismo en el Sahel, donde no hay islamistas

“Lanzan la iniciativa en el Sahel aunque saben que ahí no hay nada. No hay un solo islamista en 500 kilómetros a la redonda”, asegura el antropólogo a La Clave. “Los tuareg odian a los islamistas. Lo que sí hay son criminales, pero seguramente menos que en Londres. Por supuesto hay tráfico de drogas, y se está extendiendo, pero las redes criminales están controladas por los grupos políticos de la región”, añade Keenan. En otoño verá la luz su libro ‘El Sáhara oscuro’, una investigación minuciosa de la ‘guerra contra el terror’ norteamericana en África.

El Departamento de Defensa estadounidense aduce un gran logro de su presencia en el terreno: en marzo de 2004, las recién entrenadas fuerzas de Argelia, Mali y Níger dieron caza a Amari Saïfi, más conocido como Abderrazaq ‘El Para’ y tildado de ‘Bin Laden del Sáhara’, una antiguo paracaidista argelino, adscrito al Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) —más tarde convertido en Al Qaeda en el Magreb— y responsable del secuestro de 32 turistas europeos el año anterior. Finalmente, el Ejército chadiano mató en una batalla campal a 43 seguidores de ‘El Para’.

La guerra por  el rico sáhara

250 millones de euros gastará en 2009 Africom, un enorme incremento respecto a los 70 millones anuales que costaba su precursora, la Iniciativa Transahariana Antiterrorista (TSCI) o los cinco millones que costó la Iniciativa Pansaheliana.
10% del Uranio que produce el mundo se extrae en Níger. China ya tiene concesiones mineras en este país, hasta hace poco monopolio de hecho de la compañía francesa Areva.
32 turistas europeos fueron secuestrados en el sur de Argelia en 2003 y liberados meses más tarde por parte de un supuesto terrorista islamista, en realidad bien conectado con los servicios secretos argelinos y probablemente los de EE UU.

“Todo falso”, asegura Keenan. Como demostraron dos periodistas de Le Monde Diplomatique en 2005, ‘El Para’ era un agente de los servicios secretos argelinos y probablemente, ni la épica persecución ni la batalla tuvieron lugar. “Ningún tuareg ha encontrado un sólo casquillo de bala en el supuesto lugar del tiroteo”, recuerda Keenan. Pero la amenaza islamista era muy oportuna, reflexiona: el frente del Sáhara permitía a Washington justificar la militarización de Africa y establecer sus tropas allí. En añadidura, el secuestro facilitaba la colaboración de los Gobiernos europeos en la ‘guerra contra el terror’ y la supuesta presencia global de Al Qaeda servía para argumentar la necesidad de invadir Iraq.

Quien paga los platos rotos es la población civil del Sahel. Keenan no duda en hablar de genocidio, cuando hace referencia a la actuación de los Ejércitos de Mali y Níger en las zonas tuareg. Los frágiles acuerdos de paz firmados en 1995 entre Bamako, Niamey y los movimientos armados bereberes saltaron por los aires el año pasado.

Keenan cree saber quién desató la guerra: todo empezó en febrero de 2007 con un ataque de tres bandidos de etnia tuareg contra la aldea de Iferuan en el norte de Níger; el líder, Abubacar ag Alambo estaba bien relacionado con los servicios secretos argelinos, que ya en 2006 habían inflado algunas aisladas revueltas tuareg en la zona como ejemplos de ‘terrorismo’.

El rumor de probables represalias a gran escala hizo que los antiguos guerrilleros volvieran al monte; en abril se anunció la formación del Movimiento Nigerinos por la Justicia (MNJ), que pronto llegó a controlar la región de Agadés y los montes Air. Avion de EE UU sobre MaliMeses más tarde, otros grupos empezaban a atacar unidades del Ejército de Mali. Hoy, la rebelión federa a tuareg de Mali y Níger e incluso a grupos gorane —o tubu— del norte de Chad. Motivos de enfado con sus Gobiernos no les faltan; entre ellos las duras condiciones de vida en una zona cada vez más árida, en la que el turismo, hasta ahora una fuente de ingresos interesante, empieza a escasear... precisamente por la alarma sembrada por Washington.

La respuesta de las Fuerzas Armadas de Niamey, supuestamente entrenadas por EE UU, ante la rebelión es brutal: saquean y queman aldeas, destruyen campos y rebaños, violan a mujeres y ejecutan a decenas de civiles, según Keenan, algo que también confirma Human Rights Watch.

Washington tuvo que admitir su implicación en septiembre, cuando fue alcanzado por disparos un avión militar estadounidense que socorría a las fuerzas malienses sitiadas en Tin Zawaten, en la frontera argelina. Pero negó toda presencia de tropas —confirmada por varios testimonios— cuando el Ejército de Mali asaltó y saqueó Tin Zawaten en febrero pasado.

Los agentes de Argel y Washington no son los únicos que se interesan por el Sahel. El uranio de Agadés —cuyo precio el en el mercado mundial se ha multiplicado por diez desde 2003— se ha convertido en objetivo de Pekín, que está tomando posiciones en todo el continente. En 2006, la china SinoUranium recibió una concesión minera, lo que rompió el monopolio de la francesa Areva. No debió sentar bien a París: el Gobierno nigerino incluso acusó a Areva de financiar la rebelión tuareg para asustar a la futura competencia.

Un avión estadounidense intervino en el conflicto tuareg

Keenan lo cree poco probable. Señala que el MNJ amenaza las empresas chinas precisamente porque considera que apoyan al régimen nigerino. Pero Francia ha perdido casi toda la influencia que tenía en la zona. Como muestra, la reciente declaración de Rama Yade, secretaria de Derechos Humanos francesa, de que París “no se podía inmiscuir” en el caso de Moussa Kaka, un periodista nigerino encarcelado desde hace ocho meses y que puede ser condenado a cadena perpetua por supuestos lazos con rebeldes tuareg.

El incendio del Sahel no tiene nada que ver con el islamismo, pero nadie sabe adónde llevará. Keenan señala que los ataques a la población civil para cazar terroristas inexistentes recuerdan la invasión de Iraq en búsqueda de armas de destrucción masiva y critica a la prensa por dar crédito ciego a las afirmaciones de Washington. La suspensión del ‘rally’ de Dakar en enero tras un asesinato en Mauritania es otro ejemplo de cómo un crimen común se convierte en  un muy publicitado ejemplo de terrorismo islamista en el norte de África, añade.

Si el conflicto sigue destruyendo la sociedad civil en el Sahel y convierte esta zona en feudos de ‘señores de la guerra’, no sería extraño que algún día, milicias islamistas —como ocurrió en Somalia, Afganistán o Iraq tras la invasión— se hagan con el control de esta parte de África.

Africom-Bases