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Martinez
Francisco Martínez
[San Petersburgo · Nov 2007]
Cáucaso  reportaje 

La revolución de las espinas


río DerekEl presidente georgiano Mijeil Saakashvili, cuestionado por la oposición, convoca elecciones anticipadas y acusa a Moscú de intentar desestabilizar la república caucásica.

Detrás de todo está Rusia. Eso dice el presidente de Georgia, Mijeil Saakashvili, que este mes se ha visto lanzado contra las cuerdas tras semanas de protestas. Hasta 50.000 personas se manifestaron en la capital, Tiflis, contra el Gobierno salido de la pacífica Revolución de las Rosas en 2003.

Saakashvili, considerado uno de los pocos gobernantes democráticos surgidos en los territorios de la ex Unión Soviética, impuso el estado de emergencia —hubo 500 personas heridas y un centenar hospitalizados— y cerró los medios de comunicación independientes. Pero cedió a una de las exigencias: convocó elecciones anticipadas para el 5 de enero.

Pese a que la fecha cercana parecía querer impedir a la oposición organizar su campaña, sus adversarios tuvieron reflejos: el lunes, nueve partidos de la oposición designaron al diputado Levan Gachechiladze como candidato único a la presidencia. Gachechiladze promete otorgar el cargo de primera ministra, caso de que gane, a Salomé Zurabishvili, ex ministra de Exteriores y dirigente del partido Camino de Georgia. Ella no se puede presentar al cargo máximo por haber nacido en Francia y llevar pocos años en el país.

Amigo de la OTAN

saakashviliSaakashvili —licenciado en Estados Unidos, donde trabajaba antes de entrar en la política de su país— asegura que “existe una fuerza oligárquica rusa que coordina acciones políticas para desestabilizar la situación de Georgia” y que el Kremlin intenta demostrar a todos los países de la ex Unión Soviética “lo que puede ocurrir a los que no quieren vivir bajo la bota rusa”.

Puntos de tensión no faltan: Saakashvili se ha convertido en uno de los aliados preferidos de la OTAN y se prevé que el país pueda ser invitado en abril de 2008 a iniciar el proceso de adhesión a la Alianza Atlántica. En respuesta a este rumbo, Rusia “deportó a un gran número de trabajadores georgianos de forma arbitraria y ha cerrado sus fronteras, bajo pretexto de unas normas sanitarias, al principal producto de exportación georgiano: el vino, muy popular en Rusia”, asegura a La Clave A. Pavlov, experto en conflictos pos-soviéticos de la Universidad Estatal de San Petersburgo.

Pavlov cree que el Kremlin “pretendió hacer una ejemplar demostración de fuerza a las ex repúblicas que se desviaban hacia Occidente”, pero no que esté detrás de la rebelión: “En la oposición georgiana no hay nadie con una visión pro-rusa o apoyado por el Kremlin; Georgi Jaindrava, ex ministro del gabinete de Saakashvili, es abiertamente antirruso. Moscú busca debilitar al actual Gobierno, pero sin implicarse. Y si la oposición georgiana no es estúpida, tampoco aceptará ayuda del Kremlin, porque le desacreditaría”, opina el analista. Añade que “Saakashvili prometió cambiar radicalmente la situación de Georgia, pero como no ha sido capaz de mejorar la vida de la gente, ahora busca un gran enemigo exterior para conservar el poder”.

Si de algo acusan los rebeldes al presidente es de no haber hecho lo suficiente. “¿Quién llevó a Georgia a esta situación limite? ¿Quién no ha sabido aprovechar las oportunidades para entrar en la OTAN y acercarse a la Unión Europea?” pregunta Salomé Zurabishvili, una de las figuras más influyentes de lo que ya se ha bautizado ‘la revolución de las espinas’,Tiflis “por ser lo que quedó de las rosas de Saakashvili... y por las púas que, según la oposición, las autoridades arrojaron en las carreteras de Tiflis para que dificultar a los ‘subversivos’ llegar a la capital”, ironiza Elena Shesternina, analista de la agencia rusa RIA Novosti.

Será difícil encontrar en el Cáucaso a alguien más prooccidental que Salomé Zurabashvili: nacida en París, hizo carrera en el servicio diplomático francés, trabajó en las legaciones de Washington, Roma y Bruselas y en 2003 fue nombrada embajadora de Francia en Georgia. Un año más tarde, Saakashvili le ofreció la cartera de Exteriores y cambió de bandera. Antes de ser cesada, en octubre de 2005, la ministra negoció el cierre de la base militar rusa de Ajalkalaki en Georgia.

“Mucha gente que apoyó a Saakashvili durante la ‘Revolución de las Rosas’ ahora está contra él, pero en el fondo, todos tienen una política parecida: acercarse a Europa y reprimir los separatismos de Abjazia y Osetia del Sur”, analiza Pavlov. “La oposición critica el carácter autoritario de Saakashvili y que utiliza todo el dinero de Occidente para fines militares: ha realizado en los dos últimos años una inversión impresionante en armamento y entrena fuerzas de élite con ayuda de expertos estadounidenses”.

El rol del oligarca

“Saakashvili es un tirano. Si gana es amañando las elecciones y comprando los votos,” afirma la periodista georgiana Mariam Rejviashvili, residente en San Petersburgo. Admite que “se han construido carreteras y abierto fábricas, los salarios han aumentado”, pero asegura que “la gente prefiere a Badri Patarkatsishvili, que ha hecho mucho por Georgia: ha abierto guarderías, jardines, un parque de atracciones...”

En el punto de mira

Los inmigrantes georgianos se quejan del acoso. “Vinimos a Rusia porque tras la caída de la URSS la economía de mi país se vino abajo. Toda la gente de mi edad se marchó. En Georgia son 5 millones, pero debemos de ser otros tantos repartidos por el mundo”, reconoce a La Clave la periodista georgiana Mariam Rejviashvili. Este año, los emigrantes georgianos han enviado a su país 200 millones de euros.

Pero Rejviashvili no está contenta. “Los rusos nos odian, son muy racistas. En San Petersburgo han atacado y asesinado a varios caucásicos y nadie ha hecho nada. Hay grupos de ‘skinheads’ financiados por el Kremlin, en televisión destacan todo lo malo que pasa en Georgia y cuando hay algún problema los culpables somos los georgianos” denuncia. Este año, el gobierno ruso ha lanzado un programa de regularización de los trabajadores inmigrantes y los rusos en las repúblicas del Cáucaso. Pero la tensión persiste. “Cada día la policía te pide el carné, no te dejan entrar a los cafés y cierran las empresas de la gente que tiene apellidos georgianos”, asegura Rejviashvili.

Patarkatsishvili, durante años uno de los oligarcas más ricos e influyentes de Rusia, antes de ser acusado de corrupción en 2001, mantiene buenas relaciones con varios oligarcas rusos, entre ellos algunos de los caídos en desgracia bajo Putin. Fue socio de Boris Berezovsky al que ayudó comprándole su imperio cuando éste huyó a Inglaterra.

En mayo de 2006, el millonario georgiano vendió parte —se cree que el 30%— de las acciones de su cadena de televisión Imedia TV al magnate australiano Rupert Murdoch. Hoy es Patarkatsishvili una de las figuras más poderosas de la oposición, sobre todo gracias a Imedia, ahora silenciada. El 10 de noviembre, el oligarca anunció que se presentará a las elecciones aunque no está claro que esto sea del agrado de los partidos que han designado a Gachechiladze.

“La única forma que ha tenido Saakashvili para justificar su reacción ha sido acusar a Moscú”, denuncia Patarkatsishvili, a la vez que aboga por “encontrar puntos comunes” con Rusia para “resolver los conflictos en Abjazia y Osetia del Sur”. Y añade con sorna: “A mí no me pueden acusar de hacerle el juego a Moscú: llevo siete años en busca y captura por las autoridades rusas”.

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