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Topper
Ilya U. Topper
[Estambul · Ene-Abr 2011]
Zona  entrevista Ángeles Espinosa | Periodista «El islam no es una tercera vía entre dictadura y democracia»

Ángeles EspinosaEspecialista en el mundo árabe y, sobre todo, en Irán, Ángeles Espinosa recuerda sus inicios como periodista y los retos de una sociedad que observa de cerca desde hace treinta años.

Recién llegada de Teherán, donde vive, Ángeles Espinosa (Logroño, 1963) cubre en Estambul las negociaciones entre Irán y la Unión Europeo sobre el programa nuclear iraní. Semanas más tarde, firmará desde Yemen, Bahréin, Riad y, finalmente, Dubai, desde donde enviará unas breves opiniones sobre la marcha de la ‘revolución dominó’: los acontecimientos han dejado atrás la pregunta referida a Egipto.

Tras pedir un té y antes de hablarle al magnetofón, Ángeles Espinosa indica a la chica de la barra bajar la música. No es porque no se entienda, dice, sino porque “luego ¿cómo transcribes la música?” Quizás sea eso, transcribir la música, lo que convierte en testimonios valiosos sus libros sobre Arabia Saudí (El reino del desierto, 2006) e Iraq (Días de guerra, junto a Alberto Masegosa y Antonio Baquero) y los miles de reportajes que firma desde que se fue, en 1987, a Beirut como corresponsal del diario El País.

Habla rápido, pero con precisión, concretando fechas, lugares, cargos, sin perder el hilo aún en las frases largas, guiones incluidos: como si escribiera un texto que a la primera tienen que quedar inteligible.

Los periodistas hablamos de tú en todas partes... pero escribimos siempre ‘usted’ en las entrevistas. ¿Por qué?
Quizás por respeto a los lectores. En El País es una norma del libro de estilo. El lector no tiene por qué saber si nos conocemos, tenemos una buena amistad o nos acabamos de encontrar.

¿Se está convirtiendo el reportero protagonista? ¿hay una tendencia a narrar desde el yo, de ponerse en escena?
En el periodismo clásico se entiende que el periodista es un intermediario, y su discreción, su estar en el segundo plano, es casi una garantía de esa objetividad a la que se aspira —o al menos de la honestidad profesional. Pero los periodistas somos muy egocéntricos: nos gusta que se vea que estamos en los sitios. Constantemente hacemos trampas para que se note. Ahora, que nos lo consientan dependerá mucho del medio y del editor que tengamos. Quizás ahora, con los medios electrónicos, se hace más protagonista al autor de la noticia.

¿Es positivo o reduce la objetividad?
Depende. Si hacemos una información sensu stricto —pero creo que cada día se hace menos—sobra la primera persona. En la crónica de un corresponsal o un reportaje puede haber momentos en que aporte algo el testimonio personal. Dependerá también de quién es el autor de la pieza: si es alguien de tanto prestigio como el entrevistado, más que una entrevista será una conversación. Ángeles EspinosaPero en nuestro trabajo como periodista es mejor que reservemos estos toques personales para cuando aportemos algo que al lector le sirva, le haga acercarse al suceso.

¿Se revaloriza el oficio desde que Manuel Vicent dijo aquello de “soy periodista aunque prefiero que sigan creyendo que toco el piano en un burdel”?
[Se ríe] No he tenido esta sensación porque crecí en una época en la que en España ser periodista era algo muy valorado. A raíz del golpe de estado fallido de 1981, los periodistas de radio eran un poco héroes. Yo estaba en la universidad, aspiraba a ser periodista, aunque en el ambiente familiar no les parecía una cosa muy seria: preferían que fuera profesora universitaria, algo más adecuado para una señorita bien. Pero nunca me he arrepentido y si a mis padres, antes los más renuentes, les preguntas ahora, dirán que es la mejor profesión del mundo.

Pero sí hubo una época en la que la frase de Vicent tenía su sentido...
Ha habido una época en el que se ha desprestigiado el periodismo: cuando se ha convertido la información en espectáculo. Y eso ha tenido mucho que ver con la entrada en escena de las televisiones privadas y sobre todo la televisión 24 horas. Crecí en una época en la que la televisión empezaba a las cinco o seis de la tarde. Ahora hay que llenar 24 horas. El límite entre lo que son los compañeros de entretenimiento y espectáculo, que ayudan a pasar el rato, y lo que son los periodistas se ha borrado. Ahí puede haberse desprestigiado la televisión.

¿Dónde hizo su primer reportaje como enviada especial?
En Iraq. En el año 1985. Acababa de entrar en El País, por supuesto no era fija, y había un problema con la cobertura guerra Irán-Iraq; los iraníes daban muchos visados para que se vieran todos los muertos que tenían, y los iraquíes querían que se vieran sus éxitos y daban con cuentagotas los visados. Yo buscaba algo que pudiera hacer que no pudieran hacer los profesionales que sabían mucho más que yo y llevaban más tiempo.

¿Y...?
Surgió la oportunidad de acudir a Iraq a un festival de poesía. Lo propuse, convencida de que me iban a decir que no porque era muy exótico. Pero dado que el periódico llevaba meses sin poder mandar un reportero a Iraq pues debieron de pensar que no había nada que perder. Tuve la oportunidad de ir al frente aunque era un viaje guiado por las autoridades, pero bueno, fue mi primer contacto con este conflicto.

Luego no ha dejado de viajar por todos los países árabes... ¿le falta alguno en la lista?
[Se ríe] Creo que me falta Comoros... Sí, es verdad. Tampoco es que me sentara un día y pensara: me voy a especializar en el mundo árabe. Es un proceso.. Ya en la universidad había hecho mi tesina sobre la cobertura de la guerra libanesa en la prensa española, luego había un hueco para la corresponsalía de Beirut, Líbano. Yo era muy osada, como creo que son todos los jóvenes, y más si estudian periodismo, y me presenté voluntaria para el puesto. Nunca pensé que me lo iban a dar, pero que para la próxima les sonaría mi nombre. Y con tal pronóstico me llamaron y me dijeron que sí.

«Las mujeres extranjeras en las sociedades patriarcales nos convertimos en un ente de un sexo diferente»

Y aún había guerra civil en Beirut...
Sí, fue en el año 87. Así me encontré, sin ninguna experiencia, sin saber dónde me había metido, en medio de Beirut. Sin paracaídas. Ahora, en retrospectiva, pienso que fue una locura. Una locura por mi parte y por parte del director de mi periódico. Pero gracias al voto de confianza que hicieron tuve que aprender muy de prisa.

La típica pregunta: ser reportera mujer en los países llamados árabes ¿complica o ayuda?
Nnguna de las dos cosas. Hay un malentendido respecto a las mujeres en el mundo árabe. No es lo mismo ser mujer árabe —o de uno de los países del mundo árabe— que ser mujer extranjera. Como esta pregunta me la han hecho muchas veces, hasta he elaborado una teoría: la teoría del tercer sexo: Las mujeres extranjeras —no sólo en el mundo árabe sino en las sociedades patriarcales— cuando vamos de trabajo, nos convertimos en un ente de un sexo diferente.

Pero esto puede facilitar o dificultar el trabajo...
Se puede ver como una ventaja en el sentido de que tienes acceso a los hombres y a las mujeres; en una sociedad muy tradicional un reportero hombre no puede entrar en el ámbito de las mujeres. Y puede haber una desventaja: en un mundo masculino, en la calle, una se puede sentir desplazada. Una cosa puede equilibrar la otra. A mi trabajo no ha afectado. Me puedo haber sentido incómoda en algunos momentos pero al final si te quieren dar una entrevista te la dan. Porque las entrevistas no las conseguimos, nos las dan, por mucho que las pidamos.

¿Y se las han dado?
Si te quieren dar acceso a una información... y yo he estado en el Afganistán de los talibanes, he entrevistado al ministro de Asuntos Exteriores, a pesar de que los talibanes no hablaban con las mujeres. Ángeles EspinosaPero claro, yo no era afgana. He entrevistado al rey de Arabia Saudí, otro país caracterizado por la separación de los sexos. He entrevistado al presidente Jatamí y al presidente Ahmadineyad en Irán... Si a un dirigente político, económico o social le interesa dar un mensaje, no va a fijarse en si eres mujer, se va a fijar en cuál es tu trabajo, tu medio, de qué país vienes...

Y para las mujeres nativas, ¿que país es peor? Afganistán, Arabia Saudí, Irán?
En Afganistán, el problema no son sólo las separaciones, es la pobreza. Se juntan dos factores muy graves. La falta de medios, si ves a una mujer por la calle hay muchas posibilidades que no tenga para vivir, que no sepa leer y escribir....

Y entre Arabia Saudí e Irán, que no son países tan pobres?
Si a mí antes de nacer me dijeran: vas a ser mujer y vas a ser de uno de estos dos países, ¿cuál elegiría? Probablemente iraní. Porque en el caso de ser una mujer saudí y ser de alto nivel social, de la realeza, la separación no te importa demasiado porque tu capacidad económica te permite vivir como quieres. Pero sólo si tienes esa suerte. Entre las mujeres iraníes, el equilibrio y el desarrollo social está más igualado en todas las clases. También hay diferencias, pero si una elige al azar es menos arriesgado. Las iraníes tienen más oportunidades sociales, laborales, de participación.

Hay un movimiento femenino, feminista en Irán para luchar por más libertades?
Lo hay en todo el mundo árabe-islámico. En el caso de Irán, el movimiento de las mujeres es el más activo de la sociedad civil. Lo ha sido en las protestas políticas por las últimas elecciones presidenciales, pero incluso hoy, cuando se ha callado la oposición, el movimiento de las mujeres sigue activo. En la clandestinidad, pero activo. Y no sólo en Irán, donde es una tradición que se remonta a principios del siglo XX, donde las mujeres, a pesar de las limitaciones legales, siempre han hecho oír su voz.

«En Irán, con la oposición callada, el movimiento de las mujeres sigue activo en la clandestinidad»

¿Y en los demás países?
En el mundo árabe, en los países más tradicionales, hay un debate sobre cuál es el papel de la mujer, porque ellas han ido a la universidad y cuando salen con una alta preparación, a veces más alta que la de los hombres, se encuentran con que la sociedad no está preparada para integrarlas en el trabajo. Eso pasa igual en los emiratos del Golfo que en Arabia Saudí y crea muchas tensiones. Y las nuevas generaciones no aceptan quedarse en casa y a poner sólo la comida al marido y a criar a los niños.

Nawal Saadawi me dijo hace tres años que Egipto va hacia atrás; que en los años setenta había más libertades que hoy.
Una cosa es que las sociedades hayan ido para atrás, por la presión social y la apariencia, y otra cosa es que las mujeres no reclamen cambios. Es cierto lo que dice Nawal, he hablado con ella de esto. Ella es una mujer muy valiente que se ha adelantado a su tiempo en su país, pero también es cierto que personas como Nawal que son referentes del feminismo en el mundo árabe, para llegar a los postulados que ella tiene hay que gozar de la educación que ha tenido ella, y aún hay grandes bolsas de la población que sólo piensan en comer hoy y cómo llegar a mañana.

Ella transmite precisamente que en su época era más fácil que hoy.
Marcha de mujeres en El Cairo Están las dos tendencias. Es verdad que desde el punto de vista de la vestimenta, en la tolerancia social pudo haber un retroceso, de hecho lo ha habido. Y esto es claro desde las oleadas islamistas que se producen a raíz de la revolución islámica de 1979 en Irán. Pero también es cierto que en los últimos diez años hay una presión de las generaciones educadas y formadas para discutir desde dentro y no copiar sólo el modelo occidental, que es algo en lo que ellas insisten mucho: quieren hacer los cambios por ellas mismas.

¿Hay esperanzas de que la caída de Mubarak lleve a una verdadera primavera egipcia?
No he estado en Egipto para valorarlo, pero a pesar del mérito de los jóvenes —y no tan jóvenes— que acamparon en Tahrir, siempre he tenido claro que Mubarak no se fue por ellos sino por cómo actuó el Ejército. Más allá de sus declaraciones, el objetivo principal de los militares es salvar su prestigio y sus prebendas. Obviamente saben que en el actual contexto les conviene usar el lenguaje y las formas de la democracia. Otra cuestión es su grado de convicción o sinceridad. Hace falta más tiempo y más perspectiva, aunque sospecho que los activistas que desataron el cambio no se van a quedar sentados en casa viendo como descarrila el proceso.

 Ben Ali, Mubarak... ¿quién está en las quinielas para ser el próximo? ¿Se arriesga?
No me atrevo. Ahora mismo el presidente yemení está en la cuerda floja, pero también ha aprendido de las experiencias previas que si resiste, igual puede obtener mejores condiciones para su salida… En cualquier caso, ni siquiera en el país más tranquilo de la zona, las cosas van a volver a ser iguales. Emiratos Árabes Unidos ha anunciado una ampliación en el número de grandes electores que seleccionan a los miembros del Consejo Consultivo, Qatar que su propio Consejo va a elegirse…

La intervención en Libia: ¿un deber humanitario u otra guerra imperialista por el petróleo?
Cada cual tiene sus intereses sin duda, pero las dictaduras nunca han sido un obstáculo para abastecernos de hidrocarburos. Al contrario, Gadafi tenía muy buenos negocios con Italia e incluso con las petroleras estadounidenses. No me parece que esa sea la causa de la intervención que, además en este caso, se ha hecho casi a regañadientes… Estados Unidos no quería liderar, los europeos sí, pero no…

«Para que se dé un cambio hace falta que la gente salga a la calle, dispuesta a que algunos van a morir»

¿Existirá Yemen de aquí a un año?
Yemen es uno de los pocos países de la península Arábiga que tiene una historia milenaria. Va a seguir en el mapa. Lo que no me atrevo a predecir es con qué forma. El movimiento separatista del Sur es realmente muy fuerte y si la crisis se prolonga mucho más o el sistema que suceda a Saleh no tiene en cuenta sus reivindicaciones, el riesgo de secesión es grande.

Nadie se esperaba que Túnez hiciera la revolución.
Para que se dé un cambio como en Túnez hay dos elementos clave. Uno es que la gente salga a la calle, dispuesta a que algunos van a morir. Lamentablemente. La segunda parte es que el dictador, en algún momento, por la razón que sea, no esté dispuesto a verter más sangre. Pasó con Ben Ali. Cuando el ejército le dijo: no voy a disparar contra la población civil, se dio cuenta de que no tenía protección. Pero cuando hay una élite que está dispuesta a disparar y que haya muertos... En Irán, la gente también salió a la calle para hacer la revolución y el aparato de seguridad lo ha frenado.

¿Irá para largo Irán?
[Reflexiona] El descontento de la gente no se ha ido, sigue ahí, en un sector de la población. Pero el régimen también es fuerte y no está tambaleándose. Ahí hay un pulso y desde luego, si no pasa algo inesperado, no veo que vaya a haber un cambio en la relación de las fuerzas en un plazo breve; en dos, tres años.

Las sanciones ¿ayudan o perjudican para que haya un cambio?
Las sanciones son complicadas, son una navaja con dos filos. Entre la gente educada y formada hay muchos que se dan cuenta de que las sanciones son el resultado de como actúa su gobierno. Pero los gobiernos pueden manipular esas dificultades contra el exterior: Sadam se las arregló para que la mayoría de la población viera las sanciones que sufría Iraq durante diez años como un maltrato de la comunidad internacional.

En el caso de Irán...
Ángeles Espinosa Por mucho que las sanciones dificulten las operaciones financieras, por mucho que a empobrecen el país, otro factor lo consolida: el petróleo está a cien dólares el barril. Irán tiene mucho dinero. Y las sanciones se han impuesto para cambiar el comportamiento del régimen iraní respecto al programa nuclear. Yo he visto que las sanciones hacen daño, y harán más conforme vaya pasando el tiempo, pero de lo que no estoy convencida es que este daño se transforme en un cambio de postura. Quizás con otros complementos las sanciones pueden hacer que alguien se sienta a negociar pero no son un elemento mágico.

Para Iraq  ¿hay esperanza?
Quien lo sepa tiene una bola mágica. Tal y como se ve ahora me da la impresión de que no. Cuando voy allí, las últimas veces vuelvo muy pesimista. A mí me da mucha pena. A largo plazo, una siempre dice que van a seguir adelante, porque es un país con medios económicos, con una población que estaba preparada —ahora, con estos años de caos, de sanciones, no sé hasta qué punto— y sería terrible pensar que no, pero da la impresión de que les esperan todavía años muy difíciles.

¿Cuál es el obstáculo?
Hay un problema de base: los iraquíes —y no es el único país que tiene este problema— no han alcanzado todavía un consenso sobre el tipo de país que quieren. Las tensiones entre los diferentes grupos étnicos, religiosos y políticos dan margen para que haya violencia. Y mientras la población no llegue a e ese consenso, sera muy difícil apagar la violencia.

Se diría que cada vez hay menos consenso: hace 15 años no hubo tensiones internas o no se mostraban.
Iraq ha sido un invento de la descolonización; se unieron tres provincias del Imperio Otomano. Y quizás uno de los pocos beneficios de la dictadura de Sadam fue precisamente eso: al pertenecer el dictador a una minoría —y no es el único país de la zona donde ha pasado— a la minoría suní, no podía basar su legitimidad en una cuestión religiosa. Tampoco en el clan al que pertenecía. Hacer un estado laico y aparcar estas diferencias era una forma de tener legitimidad. Las minorías inicialmente apoyan este régimen, antes de que se convierta en una dictadura tan cruel.

¿Pero las diferencias seguían ahí?
Las minorías en la época de Sadam se sienten cómodas porque ven a un gobernante que frena la imposición de una secta sobre otras. Eso no quiere decir que las diferencias no estuvieran subyacentes, pero pasaban a un segundo plano en la medida en la que la política promocionaba la idea del nosotros. Lo que la intervención estadounidense ha hecho es sacarlos a la superficie. Al fracasar el estado central, la gente se ha encontrada dividida en unidades más pequeñas, más de mi clan, de mi tribu, de mi grupo.

«Con España bajo Franco se decía que los católicos no estábamos capacitados para la democracia»

¿Se podrá revertir?
¿Volver a que la identidad nacional iraquí se superponga? No tengo la respuesta. Debe de ser difícil. Y ¿quieren un estado democrático o un estado religioso? Lo que tengo claro en los treinta años desde la Revolución Islámica es que no hay una tercera vía, que no es verdad lo que los islamistas nos quisieron vender: que entre la democracia y el comunismo había una tercera vía que era el islam. Hay la democracia y la dictadura. Sea una dictadura comunista, una dictadura religiosa...

En internet alguien dijo respecto a Túnez: ¿País árabe-musulmán y democracia? Esto suena mal...
Eso me parece de una prepotencia tremenda. Cuando España estaba bajo la dictadura de Franco, en Europa había quien opinaba que los católicos no estábamos capacitados para tener una democracia. Y eso es algo que me ha llegado siempre al alma: los españoles, con todas las imperfecciones que se quieran, hemos demostrado que se puede hacer una transición pacífica y medianamente decente a la democracia. Nos hemos dado un marco, imperfecto seguramente, pero que ha permitido seguir adelante. Y si nosotros hemos podido, los demás lo pueden hacer también. Sean musulmanes, budistas o ateos.  

Muchos invocan España como modelo...
Pero nosotros dejamos que el dictador muriera en la cama y de momento hay que quitarse el sombrero ante nuestros vecinos que han conseguido que ponga pies en polvorosa. Lo cual no quiere decir que tengan las cosas fáciles. Ojalá les salga bien. Pero no veo ninguna incapacidad en una población bien educada, que tiene una amplia clase media —aunque había un tapón que impedía desarrollar los negocios, debido a la corrupción de los gobernantes—. Y podría haber un efecto ejemplo sobre otros paises árabes.

Dice el adagio que una entrevista es una pieza literaria inspirada en una conversación...
Es acertado, porque si pones todo, nadie se lo va a leer. Te va a dar mucho trabajo...