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Zineb El Rhazoui
Zineb El Rhazoui
[Feb 2012]
MARRUECOS  columna 

Esbirros marroquíes en España

Está visto que la policía secreta marroquí ya no tiene fronteras. El Mostafa Naïm, 28 años, francés de origen marroquí, relata los acontecimientos dolorosos desde su celda de la cárcel de Ukacha, en Casablanca, donde purga desde hace 16 meses una pena de prisión de ocho años.

El asunto contado por el diario francés Le Parisien dejaría mudos a los mayores exegetas del derecho internacional. El 1 de noviembre de 2010, El Mostafa y su esposa Nora, embarazada de ocho meses, emprenden en coche el viaje de vuelta de Marruecos a Vaulx-en-Velin (región de Lyon), donde viven. Nada más llegar a Algeciras, dos policías marroquíes de paisano le interpelan al salir del barco

Cocinero de profesión, El Mostafa acababa de pasar unas vacaciones con su pareja en su ciudad natal, Mohammedia, y se disponía a volver a Francia para el nacimiento de su hija, que hoy tiene 13 meses. Pero el destino, y sobre todo la DST (Dirección de Vigilancia del Territorio, los servicios secretos marroquíes) habían decidido otra cosa. El Mostafa no verá a su hija nacer, ni su a hijo en la región de Lyon.

Nada más llegar a Algeciras a bordo de su vehículo, dos policías marroquíes de paisano los interpelan al salir del barco. No, no se han equivocado de destino, están en España pero son dos agentes marroquíes los que les paran. Control de identidad, luego los policías le ordenan a El Mostafa que vuelva a embarcar para Marruecos. El hombre pide explicaciones, se indigna, se niega a obedecer, pero no hay otra posibilidad.

La Guardia Civil está extrañamente ausente, y el personal español del puerto no ve ni oye nada. El Mostafa no es un angelito, lucha, se defiende, pero otros tres policías marroquíes de paisano llegan, lo echan a tierra y lo embarcan por la fuerza a bordo de otro barco de una compañía española. Rumbo a Marruecos. La Guardia Civil está extrañamente ausente, y el personal español del puerto no ve ni oye nada

Nora, la esposa de El Mostafa, decide subir con él en el barco al volante de su coche. Una vez a bordo, llevan al franco-marroquí a la cala, esposado y atado a un poste, bajo la supervisión del comisario de Tánger que formaba parte del viaje. Una vez en la ciudad del Estrecho, lo conducen a una comisaría donde tiene que “esperar” en una oficina con tres policías de paisano. Unos instantes después, llega el refuerzo: ocho policías de paisano identificados por El Mostafa como agentes de la BNPJ (Brigada Nacional de la Policía Judicial).

El hombre sigue sin entender lo que se le reprocha. Quiere ir al baño: diez hombres lo escoltan. “Empecé a pensar que debía de ser grave”, confiesa. Unos instantes después, los mismos agentes lo llevan a bordo de un vehículo y cogen la autopista. Durante el trayecto, no he dejado de preocuparme por el destino de mi mujer, me habían dicho que la habían puesto en un taxi para ir a casa de unos familiares en Tánger”, relata El Mostafa.

Antes de llegar al peaje de Rabat, me pusieron una venda en los ojos y me obligaron a agacharme”. Conociendo bien las costumbres del país, El Mostafa empieza a sospechar que lo llevan directamente al siniestro presidio de Temara. La continuación del trayecto le confirma sus sospechas. Poco después de la capital, el coche tuerce y se mete en una pista. “No sabría decir durante cuanto tiempo, quizás unos cinco minutos. Una vez llegados al destino, los policías que me escoltaban ni franquearon el portal de la cárcel, me dejaron en manos de otro equipo”, narra El Mostafa. “Para entrar en el recinto, debía bajar la cabeza, no entendí por qué”. “No me reprochaban nada en particular durante los interrogatorios, hablaron de narcotráfico, terrorismo..."

En el corazón del lugar de la tortura 'made in Morocco', el francés aguanta once días de maltratos sin parar. “No me reprochaban nada en particular durante los interrogatorios, hablaron de narcotráfico, terrorismo, mentían para intentar sacarme una verdad que no existía. Me molieron a palos, me electrocutaron y me grabaron. Me trajeron ropa limpia que estaba en mi maletero, entonces entendí que mi coche también estaba en Temara”.

El 11 de noviembre, llevan a El Mostafa Naïm a una comisaría de Casablanca donde la policía judicial establece un atestado de su detención ese día mismo en Mohammdia “en flagrante delito” de posesión de droga y narcotráfico. Basándose en confesiones obtenidas bajo tortura, la justicia lo inculpa por constitución de banda criminal y narcotráfico internacional. El Mostafa cargará con 8 años de cárcel. La apelación, aplazada desde hace casi 4 meses, tiene pocas posibilidades de restablecer la verdad ya que la justicia dispone de “confesiones”.

Vox Maroc, quien pudo examinar el expediente de El Mostafa Naïm, ha constatado la inconsecuencia de los argumentos judiciales dados por la Fiscalía y el juez de instrucción. Por lo visto, la investigación de la BNPJ ha sido una chapuza. Hasta han censurado parte del texto. El pasaporte lleva un sello de salida de Marruecos del 1 de noviembre, y ningún sello de entrada después

En Francia, el abogado de El Mostafa Naïm, François Heyraud, presentó una denuncia en la Fiscalía de Lyon por rapto, secuestro, y uso de falsos documentos.

El pasaporte de El Mostafa lleva un sello de salida del territorio marroquí del 1 de noviembre, y ningún sello de entrada después de esa fecha. Los documentos judiciales marroquíes afirman sin embargo que se le detuvo el 11 de noviembre en Mohammedia. ¿Hay una forma más fácil para la Justicia francesa de demostrar la ilegalidad total de su detención?

En la espera del desenlace de este enésimo asunto digno de un relato de Kafka que mancha la justicia del reino, ¿explicarán las autoridades marroquíes y españolas según qué prácticas oscuras los esbirros marroquíes pueden operar en toda impunidad en suelo español.