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Ángeles Lucas
Ángeles Lucas
[Estambul · Mayo 2011]
Turquía  entrevista Rafael Carpintero | traductor «Mi generación no tiene ni idea de Turquía»

Rafael CarpinteroCarpintero, traductor al español del premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk, reflexiona sobre los estereotipos, la literatura turca y el desconocimiento general de Turquía.

Rafael Carpintero (Córdoba, 1962) llegó a Estambul hace más de 23 años. “Y todavía le tengo que decir a mis amigos cuando vienen a visitarme que esto no es un país con palmeras, sol y desierto”. Y nada más lejos. La realidad corrobora sus consejos: a mediados de mayo, Estambul no ha llegado todavía ni un día a alcanzar los 22 grados de temperatura.

Carpintero responde con ironía a los que le preguntan cómo está viviendo Turquía las revueltas árabes. “Yo por la misma regla de tres les repregunto: ¿Y en España hay lío? Como está tan cerca de Marruecos…”

“Es que mi generación no tiene ni idea de Turquía”, dije tajante. La generación anterior de demócratas de izquierda sabía algo de Turquía porque en los setenta era un país democrático, comparado con Grecia, hasta el golpe del ochenta. Pero ya nada. Sólo se confunde lo musulmán con lo árabe. Como a menudo las culturas se basan en la religión, lo metemos en el mismo saco. Y esto ha afectado durante mucho tiempo a la literatura turca”, reflexiona.

“Si me compro un libro de un turco quiero que haya sultanes, odaliscas, lobos grises o comunistas perseguidos”, analiza. “Porque con la etiqueta de literatura árabe se incluye a muchos países y es un rollo totalmente diferente. Cuando dices que el país con más musulmanes del mundo es Indonesia, la gente no lo quiere creer”.

“Hay países con una imagen más ambigua o imprecisa, pero otros como España o Turquía tienen una imagen muy fuerte. Los toros o las flamencas, no hay forma de quitárnoslos de encima, son señas de identidad, como las alfombras mágicas aquí”. “Pero tampoco se esfuerzan mucho en quitarlas. Como diría mi mujer, María Jesús, ‘entonces… que no se quejen’. Si presentaran una imagen más polifacética, habría otra concepción. Pero es que encima los turcos tienen mala fama entre los árabes”, considera Carpintero.

La cercanía de culturas alrededor del Mare Nostrum es un hecho para Rafael Carpintero. Rafael Carpintero"Creo que hay una especie de personalidad mediterránea: hace buen tiempo. Los romanos organizaron la disposición de las ciudades, las plazas centrales, las comidas. Tenemos la visión democrática del estado, el senado... Grecia es la cuna de la civilización, pero somos más romanos".

Eso sí, hay matices. "Aquí la gente es más conformista, como resultado del golpe de estado de 1980. El golpe echó tierra de cementerio sobre la gente, y no sólo sobre cuestiones políticas. Aquí también la gente vive más encerrada en casa, nosotros hacemos más calle, vivimos en la calle. Pero nos parecemos en muchas cosas, empezando por la comida. Todos somos muy vivalavirgen, me las apañaré como pueda, no te preocupes. Llevamos mal los temas burocráticos…"

Las diferencias serían de nuevo cuño: "A partir de la OTAN, el eje quedó desplazado hacia el Atlántico —el Sur quedó desplazado— y plantearon una idea de comunidad. Para engañar a los del Sur o el Este. Para así decirles; como somos iguales, véndeme tu petróleo. Y después lo importante se perdió."

Carpintero se rinde en su cruzada por eliminar los tópicos y abrir concepciones del mundo. Los libros, las clases y su nuevo blog -El Carpintero Traductor-son sus armas para derribar muros. “Contra los estereotipos, hay que leer mucho. Abre la mente, elimina los prejuicios”, dice. Y como profesor de Lengua y Literatura Española de la Universidad de Estambul, sale a la batalla cada día.

Pero no está solo en su lucha. “Además de los libros, ahora hay algo que está haciendo que empiecen a romperse fácilmente estos prejuicios: el turismo barato. La gente viaja y comprueba por sí misma las realidades de los países”, comenta. “Y por supuesto, es más fácil acceder a la información mediante revistas de viajes e Internet”.

Faltan traductores

De todas formas, los constructores de la Torre de Babel son algo responsables de las distancias culturales. Los distintos idiomas hacen más difícil el acercamiento a las literaturas del mundo. "En España no se conoce mucho la turca en parte por la lengua. Porque no hay traductores. Al principio se traducía del francés, inglés o alemán. Pero apenas fueron tres o cuatro libros. Además, no hay prácticamente sitios donde estudiar turco en España. Eso se suma a que si la literatura turca no respondía a la imagen de país árabe, pues no se editaba. Rafael CarpinteroY eso no pasó sólo con en España, sino en todas partes”, cree el traductor.

Aunque Carpintero asegura que esta etapa de búsqueda de exotismo ya ha pasado un poco. “Ahora está en buen momento. Los escritores salen más en televisión, participan, aparecen en los suplementos literarios de los periódicos, en las ferias de libros, van más de boca en boca. Hay muchos premios y de editoriales grandes que van promocionando la literatura con buenos catálogos”.

“Además ahora el Estado turco da subvenciones a la traducción en turco, el programa TEDA se hace cargo de ella”. Aunque la repercusión en la prensa española de las nuevas publicaciones se hace esperar. Carpintero terminó la traducción al español del Instituto para la Sincronización de los Relojes, de Ahmet Hamdi Tanpınar, hace más de ocho meses. “Y no ha salido una breve reseña en El País hasta medio año después”, matiza.

De todas formas, ya es un gesto que se traduzca a alguien más que no sea Orhan Pamuk o Yasar Kemal. Tanpinar en este caso era un ejemplo a seguir por Pamuk, al que nombra en numerosas ocasiones en su laureado libro Estambul.

Está claro que fue Pamuk el que abrió la veda a la difusión de la literatura turca y rompió con lo que le predecía. “Antes había una línea fuerte de realismo social desde los años 50, y después hubo intentos de experimentación, pero no estuvieron bien vistos tras el golpe de estado de 1980, así que no tuvieron buen final. De 1985 al 1987 prosiguió el realismo social con cárceles, obreros… y posteriormente salió gente que hizo cosas nuevas, una literatura más comercial, de género policíaco... Pero el sorpresón lo dio Pamuk en Estados Unidos, y abrió el camino a otros autores”.

Carpintero ya traducía a Orhan Pamuk antes de que el autor turco ganara el premio Nobel de literatura en 2006. Su primera obra traducida fue La Casa del Silencio, pero nunca tuvo contacto con el autor. “Todo surgió después, con una anuncio de breves puesto en una revista que mi mujer leyó por casualidad. Y lo intenté. Rafael CarpinteroYo tenía mucho interés en traducirlo. En Turquía tomó mucha fama cuando publicó El libro negro en 1990. Resultó muy novedoso, me recordaba a la España de la transición”.

El día que Pamuk ganó el Nobel, Carpintero estaba tranquilamente en su casa. “Y sonó el teléfono. Eran de ABC, que querían que escribiera algo para su periódico. “Al momento, exactamente igual, pero con El País”, y así sucesivamente. La mañana fue una locura. Muchísimas radios y periódicos querían tener mis declaraciones”. Hasta que cuenta que llegó un momento que tuvo que parar de descolgar el teléfono para comer. Y mientras comía oíamos sonar el teléfono sin parar”.

Es de entender. Carpintero es el que ha traducido al español toda la obra de Orhan Pamuk. “En España, igual que se mantiene el mismo actor de doblaje, se mantienen a los traductores. Ya conocemos los giros, los modismos... hay conexión”.

De ahí la importancia de conocer para traducir. “El conocimiento del entorno, la vida cotidiana, la historia de la ciudad y el país facilitan sobremanera la traducción. Hay que meterse en la cultura. La narrativa consiste en la creación de un mundo desde la lingüística, por eso no se pueden perder los puntos cotidianos. Estar dentro te ayuda a resolver mentalmente muchísimos problemas que se plantean. También tienes que consultar con la gente”…

En el caso del turco, la reforma lingüística impulsada por el fundador de la República Moderna, Mustafa Kemal Atatürk, de cambiar la grafía árabe a la latina y modificar parte del vocabulario, afecta directamente a la traducción. “El otomano, como lengua artificial, es una mezcla de árabe, turco y persa. La reforma lingüística cambió todo, y para mí es algo bueno porque eliminó el analfabetismo e hizo campañas de alfabetización de la mujer…”

Aun así, Carpintero no traduce obras clásicas: “Sería algo como traducir del latín”. Pero debe entrar en este campo a veces: “En Instituto para la sincronización de los relojes, Tanpinar usaba un vocabulario antiguo porque le daba la gana y después me di cuenta de que pensaba las palabras en francés”. No es algo inocente. “iene una carga política tremenda. Cuanto más uso de palabras árabes y persas, más conservador, y al revés. Por eso también hay palabras que se van perdiendo, y muchas que se inventan”.

El traductor tiene que estar ahí para saber todo eso, para conocerlo, interiorizarlo, discriminar y jugar con la palabra precisa para que el texto tenga sentido y encaje con el original; como tienen que encajar las piezas de un mueble de madera. O como un texto del Carpintero traductor.