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La corriente wahabí es la más poderosa de las corrientes fundamentalistas del islam y, de lejos, la más severa. Probablemente defienda la interpretación más intolerante del islam en toda su historia. Aunque pertenece a la rama suní y pretende ser simplemente la 'interpretación correcta' del islam, este movimiento estuvo a punto de ser declarado oficialmente una secta por los prestigiosos teólogos egipcios a principios del siglo XX.

El movimiento fue creado alrededor de 1745 en Arabia central por el predicador Abd al Wahab. Perseguía especialmente el consumo de vino y tabaco, el juego, la ostentación material y la veneración de todo santuario excepto la Caaba. Imponía unas normas sociales y sexuales restrictivas, desconocidas hasta entonces. Desde el momento de su fundación, los seguidores de esta secta elevaron a la familia de Ibn Saud al rango de líderes políticos e intentaron desgajar Arabia del imperio otomano al que pertenecía en aquella época.

La corriente perdió fuelle a finales del siglo XIX, pero encontró un nuevo defensor en Abdul-Aziz ibn Abdul-Rahman Saud, más conocido como Ibn Saud, que consiguió entre 1900 y 1925 unir la mayor parte de la Península Arábiga gracias a su valentía personal, su falta de escrúpulos y el cauteloso apoyo de Gran Bretaña.

Desde entonces, las normas impuestas en toda Arabia son severas: la prohibición del alcohol es total, la separación entre hombres y mujeres se observa de forma estricta y se aplica la charia, incluyendo castigos corporales, mutilaciones y la muerte por decapitación o lapidación. La característica más visible es la imposición de un severo código de vestimenta a las mujeres, que se deben llevar en público el niqab, una prenda que tapa todo el cuerpo excepto los ojos.

Los seguidores de esta corriente musulmana suelen rechazar el término wahabí, que consideran despectivo, ya que reivindican que el suyo es simplemente el 'islam verdadero'.Niqab en Turquía Los extremos wahabíes contradicen, no obstante, varios de los consensos teológicos del islam. Así, en Arabia Saudí se castiga la posesión de una Biblia, aunque el 'inyil' (evangelio), es estudiado en las facultades teológicas de casi todos los demás países musulmanes.

Tampoco se permiten celebrar ritos cristianos o judíos mientras que en todo el resto del mundo musulmán, iglesias, sinagogas y sacerdotes, ya sean cristianos o judíos, se consideran dignos de especial protección.

Petroislam

El descubrimiento de enormes yacimientos de petróleo en el desierto de Arabia en 1938 transformó no sólo la economía del país sino también la forma del islam en el resto del mundo, que a partir de ese momento no pudo sustraerse al poder financiero del estado wahabí, hasta entonces contemplado con desdén por los habitantes refinados de metrópolis como Damasco, El Cairo, Fes o Bagdad.

Los ingresos del oro negro permiten hoy al reino saudí financiar en todo el mundo la construcción de mezquitas, habitualmente atendidas por imanes a sueldo de Arabia, que difunden en sus prédicas las ideas wahabíes. Nace así el lllamado 'petroislam'.

Hay cuatro países más en los que el islam se vive hoy con tintes wahabíes: Afganistán, Sudán, algunas provincias del norte de Nigeria y la pequeña región autónoma de Banda Aceh en Indonesia. En Afganistán, este rigor data de finales del siglo XIX, en Sudán, Nigeria e Indonesia se trata de evoluciones posteriores a 1970.

La pretensión de volver a través de las interpretaciones rigoristas a la forma ‘original’ del islam es dudosa desde el punto de vista histórico: no constan reinos o dinastías en las que se hayan aplicado las normas religiosas con una severidad comparable a la wahabí y desde la época preislámica hasta hoy, la mayor parte de los poetas en lengua árabe ha cantado los elogios del vino y el amor carnal... El fundamentalismo islámico es una evolución moderna.