¿Sacerdotes o sacerdotisas? Ni lo uno ni lo otro.

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Uwe e Ilya Topper ilyapq utopperpq

¿Sacerdotes o sacerdotisas? Ni lo uno ni lo otro

En este corto ensayo no trata del problema actual del feminismo en el ámbito del lenguaje. Tampoco se refiere a los sacerdotes del culto de Cibeles, que se castraron en honor a su diosa. La pregunta es más seria: ¿Quién creó nuestro calendario y nuestro sistema de medición del tiempo?

Muchos autores actuales hablan de "sacerdotes", a los que atribuyen la tarea de calcular y ajustar el calendario, pero se equivocan en dos sentidos. Primero, porque esta labor les correspondía principalmente a las mujeres, y segundo, porque no eran sacerdotisas, sino miembros del clan o la tribu como todos los demás, no destacaban por una ordenación ni un oficio especial, sino por sus cualificación y conocimientos (al igual que podían ser sanadoras o juezas).

La acción de contar, la medición del tiempo y el ajuste del calendario eran tarea de las mujeres. Esta es una tesis difícil de comprobar arqueológicamente. Pero viene apoyada por observaciones antropológicas de sociedades actuales y de ritos antiguos. Una de estas oberservaciones la hice en tierras amazigh (bereberes) en Marruecos, en concreto en el Alto Atlas.

Cómo se desarrolló el conteo bereber

Cuando los huevos de una gallina eclosionan, los polluelos corretean al principio por debajo de la madre y alrededor de ella, pero gradualmente se alejan y pronto, la gallina no puede ocuparse de todos, por lo que la campesina bereber, dueña del corral, tiene que cuidar de los pequeños (los hombres apenas se ocupan de la avicultura). Especialmente al caer la noche, cuando las aves deben quedar encerradas en el gallinero, debe comprobar si todos los polluelos han regresado al nido. ¿Cómo lo hace? En el momento de eclosión toma la parte puntiaguda del cascarón y lo pega con un poco de estiércol de vaca a la pared del corral. Esta colección de puntas de huevo se llama „Escuela de polluelos“. Al regresar cada noche las gallinas al establo, la campesina compara la cantidad de cascarones en la pared con el número de polluelos: cuando hay más huevos que avecillas tiene que ir a buscar a los rezagados.

Esto es una forma de determinar un número mayor de unidades sin necesidad de saber contar. Podemos pensar que inicialmente se hiciera sin necesidad de palabras, pero que en algun momento, la campesina inventara una frase para comparar rápidamente la cantidad de huevos o polluelos observada. Sonaría así: yan-sin-krat-kozd-smos-sdis-sad-tam-tsa-merau. Hoy estos son los números bereberes del uno al diez. Al principio no sería más que una mera sucesión de sílabas sin sentido, pero con un orden fijo, que se pronunciaría mirando primero las cáscaras de huevo y luego se repetiría con la vista en los pollitos. Si la última palabra es la misma, todos los pequeños han llegado a casa. Si no, había que buscar a los que faltan.

En un primer momento, la mujer bereber no podría haber dicho cuántos pollos faltaban porque las palabras clave aún no eran términos numéricos concretos. Esa asociación precisa solo vendría después, quizás al desarrollarse el comercio por trueque, probablemente también en la esfera social de las mujeres.

Tradición alemana

Esto me recuerda la recitación de la bruja en el Fausto, la obra inolvidable de Goethe, conocida como “El abecé de las brujas“ (una traducción más literal sería: “Las tablas de multiplicar de las brujas), que reproduce un supuesto conjuro:

Fausto, conducido por Mefistófeles a la cocina de una bruja, donde observa a la bruja prepararle una poción rejuvenecedora, recitando este “cálculo“, un conjuro que enumera los números del uno al diez, pero en una incrustación confusa con rimas aparentemente sin sentido (nuestra traducción solo quiere dar una idea aproximada que transmita la impresión que puede causar al lector alemán):

"Entiéndelo de una vez
El uno se torna diez
El dos tal vez,
Iguala el tres
riqueza es.
Al cuatro, sin teatro,
Del cinco y seis,
la bruja, como veis,
hace siete y ocho
con un bizcocho.
El nueve es uno
Y diez es ninguno.
¡Ese es el abecé de la bruja, tan oportuno!

Son legión quienes han intentado resolver el acertijo o incluso creen haberlo conseguido. Yo me inclino a pensar que Goethe no quería presentarnos un enigma con solución sino más bien unas rimas absurdas o una tradición mutilada, ininteligible. Pero algo hay en esa tradición. Es la vinculación de las brujas con recuerdos medio olvidados de una edad temprana de formación del conocimiento: el comienzo del conteo. El conjuro contiene los primeros diez números, insertados en una especie de verso o canción que es más fácil de recordar, porque rima, que una seria de palabras numéricas a secas.

Así supongo que se hizo la evolución matemática en los primeros pasos de la historia humana. “Fue el ganadero que tuvo que aprender a contar por primera vez, porque fue vital para él. También tuvo que registrar el número contado, de la forma más clara posible. Un cabrero no lo tiene tan sencillo como la mujer bereber, dueña del corral, que pega las cáscaras de huevo a la pared del gallinero (...). Los ganaderos necesitaban un sistema de conteo más especializado para memorizar el monto de cabezas de su rebaño. El invento y uso de ese sistema los llevó a la superioridad sobre los demás tribus, que no habían dado este paso” (U. Topper, "Horra", 2003, p. 53)

Calendario menstrual

Otra consideración apoya la tesis de que fueron las mujeres las que inventaron un calendario por necesidad. No se trataba de estimar el momento oportuno para la siembra entre los agricultores o la migración estacional entre los ganaderos; todo eso se regulaba de todas formas acorde al clima. Se trata del período menstrual de la mujer, cuya repetición cíclica es un factor importante en la vida de las mujeres. Este cíclo pudo ser el primer calendario de la historia, pero con una escala individual, no válida para cualquier otra persona. Aunque la media del ciclo es similar al ritmo de la luna, individualmente varía demasiado como para que las fases lunares puedan servir de referencia para el ciclo menstrual. Un recuento preciso de los días entre un sangrado y otro era fundamental si una mujer quería saber si estaba embarazada o cuándo era fértil, y podía ayudar a diagnosticar una enfermedad.

El número de ciclos experimentados es fácil de documentarse si, por ejemplo, se anuda cada vez un trapo a un árbol sagrado, algo que sobrevive aún en las costumbres religiosas desde el norte de África hasta Asia Central. Esto puede dar una idea de un tiempo total transcurrido, pero para conocer el número exacto de días entre las menstruaciones se tuvo que crear un sistema de conteo preciso, en otras palabras, un calendario. Solo esto permite una comparación con los ciclos anteriores. Un número total de 40 unidades fue inicialmente suficiente, como se puede adivinar a partir de antiguas costumbres y escritos. Los hombres no tenían esa necesidad.

Tal vez no sea casualidad que precisamente las brujas, relacionadas con el sistema de conteo, como acabamos de decir, también eran expertas en ginecología y prevención de embarazos, (como han demostrado Heinsohn/Steiger para los siglos cristianos, basándose en los documentos de la Inquisición); la sangre menstrual juega un papel de enorme importancia en toda la magia atribuida a las brujas.

Queda comprobado: fueron las mujeres las que iniciaron el conteo y el calendario.

El antropósofo Frank Teichmann (1999, p. 204) escribe sobre la conciencia del sacerdote druida celta y añade: "También se podría hablar del erudito megalítico (no era sacerdote en el sentido antiguo de Oriente Próximo)". Eso es correcto: "no era sacerdote", pero antes de la época de los druidas celtas eran principalmente las mujeres que se ocupaban del calendario y los eventos celestiales.

Solo en la "Edad de Hierro" belicista, calendario y orden astronómico dejaron de coincidir y fueron sacerdotes y jueces designados quienes se ocuparon de recuperar y ajustar los sistemas de medición. Así lo expresé en el libro "Cruz Solar" (2016, p. 26): Determinar el comienzo del año era una 'tarea sacerdotal' (con los romanos, aunque esta tradición también es insegura). Es posible que las vestales tuvieran un rol en esta labor. En la Alemania medieval, del calendario se ocupaban los miembros de la cofradía Kaland, y las casas de esta congregación estaban abiertas también a mujeres y laicos.

Referencias

Goethe, Joh. Wolfg. (1790/1808): Faust (primera parte, versos 2540 - 2552)
Heinsohn, Gunnar/ Steiger, Otto (1985): Die Vernichtung der weisen Frauen (München)
Teichmann, Frank (1983/1999): Der Mensch und sein Tempel. Megalithkultur (Urachhaus, Stuttgart)
Topper, Uwe (2003): horra. Die ersten Europäer (Grabert, Tübingen)
(2016): La Cruz Solar; Das Jahrkreuz. Sprünge im Verlauf der Zeit (Hohenrain, Tübingen)
(2019): Die Kaland-Brüder : Hinweis auf die vorchristliche Religion (aquí en la hemeroteca)

Uwe e Ilya Topper
8 de marzo, 2020

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